Recuerdo que el año 1963 fue
declarado por el Ministerio de Información y Turismo como “Año Nacional de la Paciencia y la Humildad”. Si Naciones Unidas
todos los años declaraba un año internacional de algo, aquí en España no íbamos
a ser menos. Con el tiempo he llegado a saber que hasta se publicó un decreto
en el Boletín Oficial del Estado con toda una batería de medidas (como ahora pomposamente
se dice), subvenciones para actividades y recomendaciones para los ciudadanos:
prohibiciones de gritar y enfadarse; cursos de trato correcto a los
extranjeros; normas de buena conducta en la carretera y en los bares; y
prohibiciones, que siempre las había, de tratar mal a un superior o autoridad,
de rechistar ante las diatribas de los jefes o policías, etc…hasta de intentar
hablar ante una reprimenda del maestro. Y es que el Régimen era como nuestra
casa y Franco como el abuelo de todos, cariñoso y dadivoso cuando íbamos de
visita y nos portábamos bien, pero inflexible aunque de un modo generoso,
cuando hacíamos alguna trastada. Yo, por todo lo que después pasó, siempre he
tenido la impresión de que la trastada que tuvimos que hacer hubo de ser muy
gorda y que, muchos de nosotros aún hoy cargamos con la pena de aquello que
hicimos.
Recuerdo que ese año, papá y
mamá fue en el que menos discutieron y se pelearon. Supongo que porque hacía
mucho tiempo que no tenían nada más que echarse en cara o porque, en realidad,
nunca habían tenido mucho que decirse. Así que a ninguno nos extrañó no ver los
desayunos preparados esa mañana de primavera y a papá corriendo como pollo sin
cabeza para ver donde estaba el Cola Cao, el azúcar y las galletas. Mamá marchó
con la tía Viru y mi padre se quedó con nosotros y con todo lo demás. Eso sí,
cumpliendo las recomendaciones del decreto de humildad y paciencia, sin
rechistar, manso como un buey arando, arando…
Mucho más en el blog anfitrión de esta semana The Daily Planet´s Bloggers
Hola Max. Me encantó. Un relato estupendo de jueves-viernes que te lleva de la mano de forma amena por esas circunstancia. Bien entretenido e ilustrativo. El colacao forma parte de muchas circunstancias, por aquí era el Toddy.
ResponderEliminarbesos jueveros
Mil gracias, Cass...luego me paso por tu rincón a ilustrarme
ResponderEliminarProhibir...curioso acto de imposición que pretende ser ejemplo para las buenas maneras!.
ResponderEliminarMe ha gustado tu historia, muy irónica y bien narrada.
Saludos jueveros!
P.d
espero que sigas participando en futuros encuentros. La próxima semana me toca conducir
=)
Me quedo intregada, ¿donde fue la mamá que se olvidó hasta de dejar una nota de donde esta el colacao?
ResponderEliminarInteresantes circunstancias.
Besos.
jjajajja me ha recordado al Manual de la buena Juanita, que aprendía en el colegio y en el que se recogían muchas de estas medidas. Muy bien relato y el final impecable. Un beso
ResponderEliminarNo se, un regusto triste me deja este relato, imágenes en blanco y negro que se diluyen y se tragan ignorando los decretos.
ResponderEliminarMe gustó, si señor.
Un beso
Ha sido un gusto leerte y conocerte, Max. Una forma simpática e interesante de escribir...
ResponderEliminarMuy interesantes tus circunstancias. Me ha encantado el humor en la narración. Fue un placer leerte.
ResponderEliminarSaludos