Lo cierto es que en el video, únicamente se ven dos pies; caminando, un paso tras otro. La perspectiva está tomada, obviamente, desde arriba; se graba a si misma. ¿A si misma? Sí. Es una mujer. La cuadrícula del vídeo, capta desde el pie hasta casi la rodilla. Las piel blanca del incipiente calor de la eclosión primaveral y las uñas, perfectas, de un magnífico rojo manzana. No hay sombra en el vídeo o sobre la acera que permitan saber la hora a la que fue grabado o que nos hagan imaginar las formas, el contorno, la silueta de quien se graba. Desde los pies, el resto hay que imaginarlo a carboncillo: cadera un poco ancha, cintura alzosa de nardo...
La acera es gris; no se oyen coches, ni mucho ruido, y eso que las ciudades de ahora murmullan sin descanso palabras de humo y tubos de escape. A cada tres pasos, una flor en forma de margarita, hoya con sus pétalos el centro de las baldosas. Se oye un leve taconeo, las sandalias deben ser de "entretiempo", todavía no descubiertas en su totalidad, aprisionan un poco el meñique del pie izquierdo; llevan un poquito de tacón.
El vídeo dura como tres minutos, los pasos un poco menos; alcanzan una barandilla, se paran; uno de los pies sube un poco y reposa en el cemento del que surgen las enrevesadas formas modernistas de la baranda. Sube la imagen por un momento y se vislumbra un río, con patos, al otro lado una vieja catedral de estilo gótico alemán y, pegado a los pies, un paseo de lilos que se pierde en el infinito.