Diario del Último Bufón

  Por casualidad a las cuatro y veinte de la tarde, levanté la mirada. Por casualidad a esa hora se te cayó o dejaste caer, no recuerdo bien...

A rrancar hoy ha costado un poco más. Seguramente por el frío y la sombra de la soledad que es alargada como la de los cipreses. Desde la ...

A Dvorak le gustaba componer en las tardes de tormenta. Disfrutaba con una emoción infantil viendo acercarse las nubes, cirros, cúmulos y ni...

  Pues parece que va llover, dijiste. Un trueno hizo temblar todo. Primero uno, luego otro, y otro más…comenzaron a caer goterones gordos de...

  Drogarse es un acto íntimo. Es como el mejor de los polvos. Y como ya no te gusta follar en lugares públicos, aunque lo has hecho (como dr...

  Freddy Kruger era San José. Una virgen María de los chinos hacía de sí misma. Y el niño Jesús era un soldado inglés de la segunda guerra m...

El alarido del animal se oyó sobre la música flamenca que vomitaba la radio de un Citroen con todas las puertas abiertas, las palmas y canto...

Escribir es una condena. Una condena que se nos impone maravillosa, estomagante, dura y a veces feliz. Una amenaza latente que siempre prome...

  Llevo mucho tiempo sin escribir. Por diversas razones, lo he ido dejando, pero no me parece justo abandonar el blog. Creo que de alguna ma...

 En la convocatoria de esta semana, nos invita Volarela a hablar de amores imposibles. No sé si llegaré a tiempo, pero ahí algo que se me h...