25 mayo 2012
05 mayo 2012
Homo Erectus
No veo apenas nada más que figuras verdes moviéndose de un lado para otro. Para las pruebas me han quitado las gafas y no distingo nada bien. Únicamente a la anestesista que es morena y muy guapa, soy capaz de identificarla y es porque se ha acercado a explicarme que van a pincharme un sedante para que no tenga dolor alguno durante el proceso. La sigo un poco con la mirada en su constante ir y venir entre todas las camas que hay en esta sala. Me siento observada, me dice. No se preocupe que soy miope. Hay un frío blanco en la sala y a mi solo me han tapado con una sabanita que no me llega ni a los hombros. No me extraña que los virus no aguanten esta asepsia, con lo a gusto que se está fuera en el calor del naciente verano.
Tras un rato de idas y venidas de muchas figuras difuminadas, se acerca el doctor a mi cama. ¿No irá usted a operarme?. No, todavía no; primero hay que hacerle unas pruebas para comprobar el estado de las cosas; lo que ocurre es que el protocolo indica que, las extracciones de tejido y demás comprobaciones, han de hacerse en quirófano.
Me explica el proceso. Tienen que extraer un poco de tejido de la médula para comprobar, me dicen, si ha habido alguna mutación genética, cromosómica o proteínica "contra evolutio". El resto son tecnicismos que, por más y mejor voluntad que ponga el doctor en explicarme, creo que jamás entendería.
Amigo, me dice finalmente, vamos a comprobar porque usted camina erguido, cuando todos sus congéneres humanos no lo hacen ya. Creemos que es el único caso en el mundo; todo el género humano caminando otra vez "agachado" tras millones de años y...¡pop!, de repente, en pleno siglo XXI un señor que camina erguido. No dirá que no es un caso a investigar...seguro que se sentía raro cuando iba por la calle.
No, sí, si yo...