Mi madre siempre tuvo las
cosas claras. Las de aquí, del mucho más acá; y las de allá, las de una
dimensión desconocida de la que nunca hablaba pero que yo creía intuir por lo que a veces ocurría. Yo siempre he pensado que la puerta a
esa dimensión desconocida se encontraba en el armario de abajo junto al frigo. El
de las sartenes. Creo que mi madre pasaba por él cuando estaba harta, muy harta de su vida y de la nuestra y decía aquello de me voy
a ir y me voy a perder del mapa. Y yo de muy pequeño que me la imaginaba cayéndose Canarias abajo.
Pero realmente la perdíamos de vista una o dos horas y ni mi padre ni nosotros
sabíamos dónde se metía en este tiempo-espacio. Porque salir, salir, lo que se
dice salir por la puerta normal, la de siempre, no lo hacía. Yo creo que quizá
abría esa puerta con la excusa de guardar algo y se escabullía entre las
sartenes tras una gran luz que la cambiaba de dimensión. Y luego otra gran
llamarada dentro del armario nos la devolvía. Lo cierto es que yo, por más que
abría y cerraba la puerta de abajo a la izquierda del frigo, no lograba pasar a
dimensión otra alguna, ni encontraba luz cegadora ni nada. Bueno, serán cosas
de padres, como eso de desayunar café con lo bueno que está el Cola-Cao.
Mucho más en la casa de Yessy Kan
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