Al final todos acaban
rompiéndose. A uno que se le sale un brazo. A otro que se le rompe una pierna. Se
les ensucia la cara y se le enmarañan los pelos hasta parecer estropajos. Y termino
aburriéndome de jugar con ellos.
Al principio era divertido, por
la novedad, supongo. Y porque hay algunos muy bonitos, como nuevos, apenas sin
usar. Además antes duraban más. Eran mejores, ahora apenas hay alguno que balbucea
un poco, o que llora o echa salivita por la boca que luego hay que limpiarle. Y
darles de comer y beber. Todo un incordio.
Luego está dónde los guardas
cuando ya no te sirven o están totalmente rotos. Cuando tienes una casa grande,
vale, pero cuando no, ¿qué haces con ellos?