05 enero 2019

Este Jueves, Relato: El futuro en números


Comenzamos año, así que, desde aquí, lo primero es felicitarnos y felicitarles por ello. Espero que los hados les sean propicios en todos los sentidos. 

Y para empezar el año nos invita Cass a jugar con el futuro y con los números, con todo el significado y todo lo que implica eso. Pues bien, ahí va mi primera aportación del año. Espero que sean muchas más, a ver lo que da de sí el caletre. ¡Salud!

Fue al ver cómo una mariposa se colaba por una ventana de una de esas casas señoriales de la capital, cuando supe que mi destino estaba fuera de este lugar. Con el semáforo en rojo, conté desde el coche: era la tercera ventana de la izquierda, del número 3 de la Calle Serrano.

De camino a casa, iba en silencio. Pensaba en la mariposa. Seguramente entraría por un amplio salón. Se posaría dulce sobre una lámpara de araña que la señora habría comprado en un anticuario. Sus brazos serían su cobijo leve durante unos segundos. Si en uno de esos vuelos la viera la chica de la limpieza, abriría de par en par los ventanales para echarla de la casa. Pero si por un casual, la vieran los niños, tendría que volar por el largo pasillo, quizá colarse en la cocina o en alguno de los dormitorios o en la biblioteca, donde en sus altas estanterías no la alcanzarían los chicos. El chico querría cazarla para investigarla. No así la niña, que le diría a mamá que la cogiera para dejarla volar libre. La imaginaba, con sus vuelos cortos buscando un lugar que fuera definitivo para quedarse.

Anochecía cuando llegamos a casa. Estábamos cansados y nos tiramos en el sofá. No había nada en la televisión y Ana iba saltando los canales de tres en tres. Vayámonos, le dije. Haz una maleta y cojamos el primer vuelo que salga lejos, muy lejos. Tres de la mañana: Montevideo. Nos vale, ¿no? Sí, me contestó Ana.

Compramos los billetes, cogimos todo rápido, con la urgencia casi animal que dan los augurios por cumplir. Nos sonreímos mientras volaban por la habitación las prendas que nos íbamos a llevar. Cerramos rápido la puerta y notamos la corriente tibia de lo que dejábamos atrás.  

Era medio día cuando llegamos a Uruguay. Era primavera. Habíamos cogido desde Madrid un Airbnb en el Bulevar Aparicio Saravia para los primeros días. Luego ya buscaríamos todo, diríamos todo, en pequeños vuelos de tres segundos, como las mariposas.