Cuentan que hubo una vez otra guerra en la que como alimañas y vulgares navajeros nos sacamos las entrañas y que peleamos por unos salvapatrias que no nos merecían a ninguno de nosotros. Tras el corto periodo de democracia de principios del siglo XXI advino esa paz y orden que dejan tras de si las botas de los militares. No se por qué nos extrañó si no era la primera vez en la historia, si el país en el que vivíamos se tensionaba y destensionaba como el tirachinas de un niño. Aún recuerdo mi paso por la frontera, dejando tras de mi la sensación de resplandores lejanos de batallas a campo abierto, el olor a humo y quemado que lo impregnaba todo y ese tremendo vacio en el estómago que deja el extrañamiento.
No aguanto las mordazas, silencios cómplices, no tengo paciencia para aguantar imposiciones.
Cuentan que los niños sueñan otra vez con lo que nosotros tuvimos de azul cielo, de verde mar, de juegos y de caricias, de infancia y de libertad, esa sensación de inmensidad.
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