Me gusta el otoño, el color ocre de las cosas, las hojas caídas en la Alameda de San Antón y la de Alfonso X, color otoño, color con un poco de melancolía, una época que se va, el verano que toca a su fin. Ese color oro que todo lo envuelve parece que difumina las cosas, es afable. El sol muere un poco ahora. Balance. Recuerdos del cercano verano; una sonrisa. La tarde todavía es larga, pasa este tiempo cadencioso, no hay bullicio interior, sin embargo la ciudad estalla: son las fiestas.
El domingo es el día del señor y se nota. Calle Trapería. Salida de misa de la Catedral (así fue la primera película que se rodó en España; salida de la Basílica del Pilar creo recordar). Es la cultura cristiana de rosario y escapulario y remordimiento continuo. La parte amable es la fe de las ancianas. Veo dos beatas que cogidas del brazo se apresuran porque llegan tarde a misa de siete y media en la Basílica del Carmen. El barrio del Carmen sí que es un barrio. Me gusta la Plaza de Camachos, también el Jardín de Floridablanca; pero justo a esa hora en que el sol, cortante su filo rasga el Puente Viejo. También la Iglesia del Carmen tiene ese color ocre septembrino; casi invita a pasar (algún día tendré que visitarla de nuevo). Cultura cristiana, arte cristiano.
Septiembre es un estado de ánimo. También es vuelta a la jungla, lucha contra la holgazanería, es un desperezarse para que la ciudad no te venza.
Es otoño en la ciudad, huye el verano azul y blanco, lo va empujando el invierno que pretende helar los corazones. Ya se ven en algún sitio tonos grises. Escaparates; por cierto que necesito un jersey, unos zapatos y unos pantalones. Algo ya he visto.
Al caminante le hablan los edificios, las calles, las plazas. El polémico, poliédrico y polifacético edificio de Moneo (no me gusta que lo llamen “el Ayuntamiento”, los políticos que todo lo monopolizan).
Atardecer. Anochece casi imperceptiblemente. Violáceo el cielo, rojo, flamígero; hay nubes rasgadas, de esas que han recorrido todo el mundo. La ciudad desaparece por un momento a la contemplación, mirada púrpura. Al fondo la feria vomita ruido y un empalagoso olor rosa. El caminante huye hacia un reposado lugar de reposada conversación, a por un café o una cerveza.
El domingo es el día del señor y se nota. Calle Trapería. Salida de misa de la Catedral (así fue la primera película que se rodó en España; salida de la Basílica del Pilar creo recordar). Es la cultura cristiana de rosario y escapulario y remordimiento continuo. La parte amable es la fe de las ancianas. Veo dos beatas que cogidas del brazo se apresuran porque llegan tarde a misa de siete y media en la Basílica del Carmen. El barrio del Carmen sí que es un barrio. Me gusta la Plaza de Camachos, también el Jardín de Floridablanca; pero justo a esa hora en que el sol, cortante su filo rasga el Puente Viejo. También la Iglesia del Carmen tiene ese color ocre septembrino; casi invita a pasar (algún día tendré que visitarla de nuevo). Cultura cristiana, arte cristiano.
Septiembre es un estado de ánimo. También es vuelta a la jungla, lucha contra la holgazanería, es un desperezarse para que la ciudad no te venza.
Es otoño en la ciudad, huye el verano azul y blanco, lo va empujando el invierno que pretende helar los corazones. Ya se ven en algún sitio tonos grises. Escaparates; por cierto que necesito un jersey, unos zapatos y unos pantalones. Algo ya he visto.
Al caminante le hablan los edificios, las calles, las plazas. El polémico, poliédrico y polifacético edificio de Moneo (no me gusta que lo llamen “el Ayuntamiento”, los políticos que todo lo monopolizan).
Atardecer. Anochece casi imperceptiblemente. Violáceo el cielo, rojo, flamígero; hay nubes rasgadas, de esas que han recorrido todo el mundo. La ciudad desaparece por un momento a la contemplación, mirada púrpura. Al fondo la feria vomita ruido y un empalagoso olor rosa. El caminante huye hacia un reposado lugar de reposada conversación, a por un café o una cerveza.
Septiembre es un estado de ánimo
Y qué razón tienes, Max!
ResponderEliminarSupongo que por eso me siento rara. El cuerpo me dice que el otoño va a llamar pronto a la puerta. Debería estar echando un vistazo a la ropa para la nueva temporada, debería ir pensando en equipar a mi familia... pero no he disfrutado del verano este año y justo ahora, preparamos un par de escapadas a la playa.
Cómo pensar en el otoño, mientras tropiezo con las chanclas y los bañadores y mi lista de pertrechos está encabezada con las palabras "protector solar"?
Y a pesar de ello, aquí está septiembre. Y entiendo mi desasosiego interno.
Tienes razon, Max. Septiembre es un estado de ánimo.
Un bico :)