- Ya ha llegado el viento.- dijo el empleado de la gasolinera mientras embocaba la manguera en el depósito del coche.
- Sí.- Había oido la voz, pero no supe de dónde venía hasta que no me di la vuelta. Un señor en silla de ruedas, ocupaba la mitad en uno de los carriles de la gasolinera y vendía sus cupones.
- Poca tarde queda ya. Detrás vienen las nubes y ya se sabe.
Yo había notado un ligero silbido debajo de la puerta por la mañana pero no le había concedido la menor importancia. Pero el viento, rápido y casi imperceptiblemente se ha apoderado de las calles y esquinas del pueblo. Y cuando lleno el depósito ya ha llegado al siguiente pueblo. Es frío y promete lluvia para el camino. Luego no la hay, soy más rápido.
Vuelvo a montar en la calma templada de mi coche y huyo, esta vez casi apresuradamente. Otra vez en fuga, a mi pesar.
Tras la noche paseando en el Madrid de los Austrias y Los Borbones, de vinos por las cavas; tras la vista rectilínea de Aranjuez desde la carretera, voy camino del sur.
Hay un pequeño tramo de nacional en el que vislumbro lo que luego será casi todo el camino. Un tren, corto me adelanta en paralelo. Hay naves y se pierden a la vista los campos. El asfalto es gris, casi blanco, casi como en el invierno de sal y hielo que hemos dejado atrás. El vehículo va dejando atras las líneas continuas y discontinuas marcadas en la carretera.
Ahí está la autovía, larga en el mapa, sube y baja, discurre paralela a miles de vidas en los pueblos que vamos pasando: Motilla del Palancar, La Almarcha, Alarcón, Honrubia, La Gineta, etc...
Entretanto oteo los campos, los campos, ¡están preciosos! Son inmensos en la Mancha, ¿cuánto abarca la vista?. En ellos se crece ya el trigo y la cebada, es mecido suavemente por el viento que lo roza con la punta de sus dedos en suaves olas, tremendo mar verde. Puestas por la paleta de un pintor, manchas rojas de amapola, motas amarillas de florecillas, salpican este paisaje. Corta de tanto en tanto el verde, la tierra, de marrón y de rojo, de rojo-marrón.
Mientras corre el cuentakilómetros. Corre todo hacia su destino. Cambia el paisaje, ahora es árido, seco. Las casitas aisladas, los pueblos arrojados en medio de la nada y agrupados ahora son extensos, hay más naves y se ven construcciones por todos sitios, es pura continuidad, casi no hay paisaje...
Pensando, pensando, camino del sur voy y camino del sur llego, donde se me espera hoy, igual que otras veces se me espera camino del norte...
Uh¡ "un paisaje impresionista" ...creo que Monet y los suyos debieron tener algo se sangre Manchega.
ResponderEliminarSaludos