La luz entraba por la linterna de la cúpula y cortaba en doradas láminas todo el humo del incienso que nublaba la visión de la capilla. Justo en el centro, una cama de forja con dosel donada por no se qué señorona de la jet de pelo y caña de la ciudad; y sobre ella una talla de la Virgen, cenicienta y lívida, vestida de época. La dormición de la Virgen volvía a tener lugar en esa capilla como cada agosto desde el siglo V. Allí te besó en el hombro y después en la cara, en aquel rincón bajo la atenta mirada de San Antonio. Allí quedó para siempre furtivo y adolescente ese beso que no fue comienzo de nada y que quizás recoja, pasados otros tantos siglos, algún otro niño para jugar con él y lanzarlos a la cara o al hombro o al aire colmado de incienso de la vieja capilla.
Muy bonito. He olido a incienso y tengo anosmia...con eso digo todo.
ResponderEliminarMe queda al terminarlo cierta tristeza. Como si la historia tratase de un amor imposible o prohibido. ¿Son figuraciones?
Besos robados en lugares sacros .., eso lo veo algo sacrilego.., me encanta la descripción de la luz.., me recureda a los cuadros a Velazquez
ResponderEliminarAmigo Goathemala,la historia trata de un amor que pudo ser y no fue,que comenzó en ese beso y terminó con él, fugaz, frugal...pero de largo sabor dulce...no obstante...los protagonistas los pensé de 13 o 14 años...un amor adolescente o infantil...y sí (efectivamente Eowin) irreverente y algo sacrílego...pero como es la vida misma...
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