Por la tarde ha hecho viento, siempre lo hace. Mientras dábamos un paseo por la plaza y recorremos el camino de vuelta a casa. Unas palomas se persiguen en un balcón; en el fondo desde su atalaya de fierro, nos tienen envidia; no me gustan esos bichos, con esos pequeños ojos escrutadores que tienen, no me fío de su aleteo y de que les de por...bueno, ya me entiendes. En cualquier sitio que vivamos creo que hará el mismo viento que ahora recorre las calles y los momentos que habitamos. Lo cierto es que hoy ha habido más silencios. Ciertos silencios son incómodos, pero no estos, nuestros silencios completan los huecos de la casa. Pertenecen al género silencio-tranquilidad. Hemos tenido las mismas sonrisas. Lo sé, aunque no las cuente. Te miro y, sin decir nada, veo el cambio de tonalidad del azul de tus ojos a medida que cambia también el sol que se refleja en ellos y se va perdiendo en el infinito horizonte. Desde fuera se ve la luz de la cocina encendida. De aquí a un momento va a ser el escenario de nuestra alquimia culinaria. Entramos en casa, nos acoge un silencio cálido que dejamos guardando la ausencia. Los martes son días que pasan desapercibidos, no se odian como los lunes y no constituyen tampoco la mitad de la semana, existen, bueno no se por qué, alguna razón habrá. Degustamos la cena, nos saboreamos nosotros. Como la hoja sigue al viento, me dejo guiar hacia...
Hacia dónde?¡, hacia dónde?¡ ;)
ResponderEliminarExcelente la continuación. Ha encontrado una veta, debe apurarla, sacar todas las palabras que contiene y darles orden.
ResponderEliminarAyer, San Isidro, en Madrid el martes se puso un estrafalario traje de domingo.
Abrazos.
:) La naturalidad de tu relato me persuade
ResponderEliminarAbrazos