Tras sus pasos al salir de la cama, la sábana ha querido seguirle y, él, la ha arrastrado por la moqueta de la habitación. Observo como se ha acercado a la ventana, su espalda desnuda, su culo y sus muslos, que son lo que más me gusta.
Se queda apoyado en la ventana. Afuera, las luces de las torres adyacentes y los ecos lejanos y voraces de la gran urbe.
Me mira. Esto acaba como tiene que acabar. Ambos sabemos que esta va a ser la última vez que nos veamos.
Se viste apresuradamente y, sin mediar palabra, deja unos dolares sobre la mesilla y sale de la habitación, de mi vida, para siempre.
Me gusta pero lo llamaste experimento. Algo trama usted para no llamarlo vida ajena.
ResponderEliminar¿Tendrá continuación? Es que promete y mucho.
Saludos.