Las frescas noches noches de verano han dejado paso al baile de las hojas con el viento y con el agua de la lluvia. Un intenso olor a salitre y a invierno que llega del cercano y bravo mar lo impregna todo. Lo trae un viejo viento del norte que se cuela por los rincones, bajo las sábanas que cubren herrumbrosas bicicletas, sobre el tic-tac de los centenarios relojes que para nadie marcan las horas...recorre estancias vacias y levantando el sombrero amablemente, sale por donde entró en busca de otras hojarascas que levantar.
En el jardín de la parte de atrás, resuenan ya lejanos los ecos de las tertulias, literarias, políticas, costumbristas; seguro que ahora estarán atronando los cafés de la capital para embaucar a jovenes literatos anarquistas aspirantes a una gloria, cada vez más efímera y de baja calidad.
Las tres sillas vacuas ahora, volverán a soportar, seguro, ilustres posaderas con la canícula. Los tertulianos siempre ocupan la misma. De hecho, en la que aparece cortada, se suele sentar un renombrado jurista, autor de prestigio y hombre preclaro de la república. Ya de todos es sabido que lo que se "tertuliea" en verano, se concibe en otoño y se pare en invierno (sea ley, novela o ensayo) Cada cual ocupa su lugar. Ahora esa silla también soporta estoicamente esa aspersión que es aquí la lluvia en espera de recuperar algún protagonismo en alguna otra foto o ser asiento de alguna gran idea.
Un texto delicioso, aprovechable y ejemplar.
ResponderEliminarUN ABRAZO.