29 agosto 2012

Agosto es lo que tiene

Agosto es lo que tiene, cogían vacaciones nuestros padres (las madres nunca las han tenido) y se hacía perenne su presencia en el patio sentados, leyendo el periódico o limpiando uno a uno los radios de las ruedas de las bicicletas para, después engrasar estas; era "el ya estoy de vacaciones" personal que el paterfamilias se imponía como ritual anual. Después una compra grande para el mes para abastecer las necesidades de su "desnutrida" familia y listo; por delante, toooodo un mes de desayunos al aire libre, paseos por el puerto nuevo y el viejo, peregrinas visitas a la plaza de abastos a por pescado y las siestas de verano, largas y plomizas como un día de invierno. 
Y es que en agosto, venían también los amigos de Madrid, con sus vidas doradas que, siempre parecían mejor que las nuestras, que si Madrid tal, que si Madrid cual...que si en Madrid voy a un sitio de tal, en Madrid parecía todo grande; lo es y aparte hay mucha gente por todos sitios... Más tarde con el tiempo uno se da cuenta de la realidad, aunque ya intuía yo entonces que, los que llevaban escudos y camiseta del Atlético de Madrid, tenían una vida menos dorada o más de barrio que los que la llevaban del Madrid; estos sí que eran pijos, pijos; los otros se acercaban más al ideal provinciano que teníamos en el pueblo, parecían más reales. Lo cierto es que llegaban casi de madrugada y, ¡pop! en la mañana del día 2 de agosto, allí te los encontrabas, en tu puerta saludando para contarte todo un año en el que no se había tenido el más mínimo contacto, tan efímeros son los veranos. Empezaba entonces nuestro pequeño ritual de puesta al día, muestrario de los últimos comics de Garfield que no habían llegado a provincias, lo último de Sabina que nosotros no teníamos en original y los interminables juegos de roll que estuvieron de moda en la temporada invernal y a los que la luz del verano sentaba mal (yo siempre creí que a los monstruos del averno y demás seres oscuros los deshacía y derretía el verano peninsular), sin frío y lluvia fuera no eran lo mismo. También el cine de verano en sesión doble, con sus inagotables golosinas y los duros asientos que a todos nos dejaban el culo cuadrado; y los paseos, y los atardeceres ya menos eternos en agosto, y...y después terminaba agosto y se iban los "chamarileros" de las novedades capitalinas y los de provincias, nos quedábamos algo huérfanos de solaz y de amigos; estos volvían a sus vidas normales en Madrid, a sus trabajos los padres, a sus colegios los amigos, todos a sus barrios y a sus casas...En el pueblo, el viento helado de la mañana, marcaba el inicio de la temporada de soledades, para grandes y pequeños, de rutinas...ahora creo que lo único que cambia es el nombre del viento que da inicio a los invernales, el resto, es casi idéntico...sobrevivir... 

10 agosto 2012

The Season of the Witch


En la época de las brujas en el pueblo no se podía concebir porque, se decía, dependiendo del tiempo, el nacimiento no se llevaba a cabo o el bebé nacía malparido. No era nada científico, pero durante este periodo, todas las embarazadas que había en el pueblo, pasaban por la parroquia, cuando tenía lugar el septenario por las fiestas de la Patrona, para rezarle y que no se les yermase la madre. Aunque, oficialmente, la misa del martes de las fiestas, a las seis de la tarde, fuese para la ofrenda de los niños y las familias. Alguna vez también intuí yo que pasaba por mi casa alguna mujer. Y digo intuí, porque en plena canícula en el verano, a esas horas del mediodía yo tenía que estar durmiendo la siesta, pero como pasaban por la corrala a la habitación del fondo, muchas veces no podía evitar oír los susurros y los pasos quedos. Y muchas veces, me deslizaba del camastro, atravesaba el patio y me asomaba al ventanuco, desde donde podía observar sin ser visto. La mujer que estaba embarazada o creía estarlo, se desnudaba por completo y se tumbaba boca arriba en un viejo colchón de lana que, cuando no estaba para estos usos hacía las veces de cama de “invitados”. En la habitación había una zafra de la que se cogía un poco de aceite y se untaba la barriga de la mujer; después con el dedo y el aceite y sobre la barriga se hacían determinados símbolos y se recitaban unas oraciones que nunca alcancé a escuchar; tras ello se colocaba encima del aceite una ramita de olivo y una espiga de trigo formando una cruz de San Andrés; se volvía a rezar algo; por último se retiraban las ramas y se limpiaba la barriga con agua, que se recogía en un cacharro junto con el aceite que llevara. “Este cacharro con el agua y el aceite lo conservas, en él metes la rama de olivo y la espiga y lo tienes hasta que se sequen; pero fuera de casa, no debe por nada del mundo entrar en tu casa…una vez secas lo quemas todo donde sea…” Yo me volvía a la cama para no ser descubierto y, ya desde la ventana de mi habitación, veía salir a la chica con su bolso de esparto para llevar el tratamiento y la tranquilidad en las entrañas…en esa hora de la tarde en la que no pasa nada, se paran los relojes y, a lo sumo, algún gato camina cansinamente por algún tejado en busca de una sombra que le preste acogimiento. 

06 agosto 2012

Perisgrundvägen

Perisgrundvägen es una pequeña localidad al norte de Helsinki, al oeste de Finlandia en la que Brad Olessün tiene su pequeña cabaña. Brad, dedica sus días a talar los troncos de las coníferas que hay en el bosque cercano, en virtud de una concesión que tiene del gobierno finlandés. Pero a sus 62 años Brad, ha considerado que ya no tiene la misma fuerza para manejar el hacha y la sierra y puso un anuncio en internet para aquellos interesados en continuar con su importante labor en el bosque y en su cabaña. Pero Brad, no quiere dejar en manos de cualquiera sus queridas herramientas, así que está llevando a cabo una especie de “casting” para seleccionar a la persona idónea que sepa desempeñar el trabajo y se adapte bien a la vida de leñador. ¿Qué tengo yo que ver en todo esto? Pues que respondí al anuncio y me voy este mes de agosto a superar la prueba y desestresarme cortando enormes troncos. Se me ha prometido un buen sueldo, atardeceres eteeeerrrrnos y una bebida compuesta con laurel, miel y whisky que elabora el propio Brad y que se toma caliente. Con todo, lo que más me ha interesado ha sido poder hacerme con su colección de pipas y tabacos especiados…
Creo que en la mochila me llevaré mis calzoncillos pulgueros, los vaqueros viejos y, como no, mi camisa roja de cuadros y franela. También algún libro para cuando el viejo Brad y yo terminemos la jornada poder leer algo antes de dormir. No entiendo el finés y, es más, me han dicho que el acento de la zona es tremendamente complicado, pero bueno, creo que ambos pondremos buena voluntad y que, esa pequeña inconveniencia no deba ser un problema...