Agosto es lo que tiene, cogían vacaciones nuestros padres (las madres nunca las han tenido) y se hacía perenne su presencia en el patio sentados, leyendo el periódico o limpiando uno a uno los radios de las ruedas de las bicicletas para, después engrasar estas; era "el ya estoy de vacaciones" personal que el paterfamilias se imponía como ritual anual. Después una compra grande para el mes para abastecer las necesidades de su "desnutrida" familia y listo; por delante, toooodo un mes de desayunos al aire libre, paseos por el puerto nuevo y el viejo, peregrinas visitas a la plaza de abastos a por pescado y las siestas de verano, largas y plomizas como un día de invierno.
Y es que en agosto, venían también los amigos de Madrid, con sus vidas doradas que, siempre parecían mejor que las nuestras, que si Madrid tal, que si Madrid cual...que si en Madrid voy a un sitio de tal, en Madrid parecía todo grande; lo es y aparte hay mucha gente por todos sitios... Más tarde con el tiempo uno se da cuenta de la realidad, aunque ya intuía yo entonces que, los que llevaban escudos y camiseta del Atlético de Madrid, tenían una vida menos dorada o más de barrio que los que la llevaban del Madrid; estos sí que eran pijos, pijos; los otros se acercaban más al ideal provinciano que teníamos en el pueblo, parecían más reales. Lo cierto es que llegaban casi de madrugada y, ¡pop! en la mañana del día 2 de agosto, allí te los encontrabas, en tu puerta saludando para contarte todo un año en el que no se había tenido el más mínimo contacto, tan efímeros son los veranos. Empezaba entonces nuestro pequeño ritual de puesta al día, muestrario de los últimos comics de Garfield que no habían llegado a provincias, lo último de Sabina que nosotros no teníamos en original y los interminables juegos de roll que estuvieron de moda en la temporada invernal y a los que la luz del verano sentaba mal (yo siempre creí que a los monstruos del averno y demás seres oscuros los deshacía y derretía el verano peninsular), sin frío y lluvia fuera no eran lo mismo. También el cine de verano en sesión doble, con sus inagotables golosinas y los duros asientos que a todos nos dejaban el culo cuadrado; y los paseos, y los atardeceres ya menos eternos en agosto, y...y después terminaba agosto y se iban los "chamarileros" de las novedades capitalinas y los de provincias, nos quedábamos algo huérfanos de solaz y de amigos; estos volvían a sus vidas normales en Madrid, a sus trabajos los padres, a sus colegios los amigos, todos a sus barrios y a sus casas...En el pueblo, el viento helado de la mañana, marcaba el inicio de la temporada de soledades, para grandes y pequeños, de rutinas...ahora creo que lo único que cambia es el nombre del viento que da inicio a los invernales, el resto, es casi idéntico...sobrevivir...
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