Se ha apretado el muslo con la mano derecha y se ha descubierto piel de naranja... Bueno, el frío tiene que ser magnífico para esto; pero la próxima vez me traigo o las mallas o los pantalones elásticos imitación de vaquero, que ya no está el tiempo para estas exhibiciones. O también puedo traer una mantita y dejarla en la silla. ¡Hola! Permítanme presentarme. Yo soy la que espera, aunque en realidad me llamo Juana y soy de Y, un pueblo de aquí al lado. Tengo el pelo moreno aunque como verán me lo tiño de rojo. Tengo los ojos azules y grandes, algo que a mi madre le gustaba muchísimo. Mi trabajo es esperar, para eso tengo esa sillita de cocina venida en el tiempo desde los años setenta. Aunque casi siempre estoy de pie, que hay que mostrar bien el producto que una vende, andando de aquí para allá, en este cuartito de terreno. Antes todo era mucho más fácil. Estábamos en el local, sí, ese de los conejitos en las chimeneas, y dábamos cenas de todo tipo que luego, el que quería compañía se venía con alguna de nosotras a las habitaciones y allí, sumisas, o hacíamos o nos dejábamos hacer, según el caso. Luego una ducha, un buen enjuague y a otra cosa mariposa. Estábamos, por lo menos algo resguardaditas, que si alguno se ponía tonto, venía Gabriel, el segurata cubano que nos cuidaba, como un arcángel a salvarnos. Era gracioso porque teníamos para avisarlo un botón de alerta parecido al que hay en los bancos.
Pero bueno, ya sabe...que con la crisis, ¡dichosa crisis! la gente está más desanimada, ya no venían los empresarios de la zona a cerrar sus acuerdos y a abrir otros campos de negocio entre cubatas y cubanas; hicieron un E.R.E. en Wurth y muchos de sus trabajadores que, durante la semana, entraban y salían a echar un polvo rápido cuando iban de M. a O. repartiendo, dejaron de venir; el dinero de la indemnización y el paro lo necesitaban para mantener a sus familias. Yo a todos les decía, desde mi cómoda postura boca arriba, que todo pasaría, que la crisis esta no puede durar muchos años. Y ahora mírame, he tenido que diversificar y salir a buscar el trabajo, porque el trabajo no llegaba a donde estábamos.
¡Cuántas veces, habré repetido yo que la vida es un círculo! Ahora lo veo claro. El mío es eterno y se limita a esta rotonda a las afueras del polígono en la que, dando vueltas, soy la que espera.
En esas estamos, tragando arena y arena sin nadie que nos diga que allí adelante ya hay piedras y matorrales y el desierto tiene fin.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Y yo que ubico casi con perfección el lugar y el espacio en el que acontece todo.
Esperar.
ResponderEliminarYo esperaba encontrarte para volver a leerte y lo hice.
A ver qué oficio me busco ahora.
Un placer de nuevo.
Amigo Pedro,no dejan de causar cierta perplejidad las personas que esperan...y determinadas esperas...
ResponderEliminarPequeña Langosta se la echaba en falta. Bienvenida de nuevo. Esperamos poder seguir contando con su presencia.
Besos y abrazos
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