El
mundo de ahí fuera es un sitio hostil. No aquí en mi cocina. No cuando hago
esas maravillosas magdalenas que llenan de un olor dulzón y dorado toda la casa.
¡Y tan esponjosas! Muchas veces cuando las termino, las arrimo y las estrujo
contra mi cara cuando aún están calientes. Me como alguna y el resto las tiro.
Con el pan hago lo mismo. Me acabo de comprar una panificadora en la web del
Lidl. Y lo hago de todo tipo, integral, de espelta, sobado. He aprendido a
hacer pastelitos de Belém, todo tipo de cremas pasteleras y dulces. Masas
brisa, y con todo tipo de galletas y mantequillas. Roscones de Reyes. Al
principio me salían duros y había que tirarlos, pero a base de insistir.
Con
el resto de la comida me ha pasado lo mismo. Hago las más espectaculares recetas
y los más tradicionales guisos. Ya he logrado que el cocido me salga como el de
mi abuela, las gachas y las judías con chorizo como las de mi madre. Ahora he
encargado por internet un sifón de nitrógeno para las espumas y una pequeña
televisión para tenerla como acompañamiento mientras cocino. Cuando estoy muy cansada,
bajo el volumen al tres, apoyo la cabeza en el frutero y me quedo dormida.
Por
las mañanas hago los platos más complicados porque estoy llena de energía y para
la noche dejo que vayan pochando a fuego lento las legumbres y carnes más
jugosas. Las quito al amanecer, al rato de despertar y justo antes de que
llegue el pedido que hago a diario al supermercado del barrio. El chico ya me
conoce y lo suele traer a las diez. A esa hora muchos días ya le tengo
preparados unos túpers para que coman él y su madre. La puerta de casa está
junto a la cocina y, hasta ahí puedo salir. Como al baño que también está en la
planta baja. A veces el gato se mete conmigo y estamos juntos. Otras veces
cuando estoy durmiendo se mete en la cocina al olor de la comida, aunque lo
tiene prohibido.
Vivir entre fogones y a salvo de ese mundo de ahí fuera, que nada tiene que ver con el calor y el aroma embriagador, de aquella cocina…
ResponderEliminarMuy bueno, Max. Un placer leerte.
Bsoss, y feliz finde.
Enclaustrada y cocinando. Como tantas mujeres han estado, una vida condenada a un encierro que relatas con esa buena mano que tienes para el costumbrismo.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
A esa pobre le falta una vida, aunquel por ense que en verdad hace lo que le gusta. Muy original tu aporte. Un abrazo
ResponderEliminarNoooo! ¡Insensata! ¡No se tiran unas magdalenas recién hechas! Eso es pecado mortal. Y yo aquí, tomando un café mientras leo el relato, casi me de un yuyu cuando entro en tu cocina y se huele a magdalenas recien horneadas y luego... snifff :( ¡terminan en la basura!
ResponderEliminarah! Y no te fies de los gatos danzando a sus anchas por una cocina llena de manjares... cuando te despiertes, te encontrarás alguna sorpresilla, seguro :)
Gracias por participar.
Bss.
Jajaja se parece a mi gato que se mete en todos los sitios donde estoy yo.
ResponderEliminarQué ricas magdalenas tan esponjosas, me llega él olor.
Y esa panificadora de Lidl Parece que ayuda.
Un besazo.
Me ha gustado el tipo de cocina , ya no solo la repostería sino esa gachas que me han recordado las que hacía mi madre, que por cierto cuando las estaba guisando les cantaba una canción , ahora mismo recuerdo solo esta estrofa" cucharada por cabeza , agua y pimentón ..." ya no recuerdo más .
ResponderEliminary el gato , solo quiere mujer despistada para aprovechar su ocasión jajajaj .
Un abrazo y feliz día.
No recuerdo como se llama ese síndrome o fobia...no se realmente que eses, pero se parece al que tenía una amiga que le tenía miedo al exterior...no cocinaba como en tu relato, ella escribía todo el día y pienso que de esa manera lograba huir de casa, aunque no pudiera salir de su puerta...
ResponderEliminarUn relato especial el tuyo....Besos..
La creatividad está en sus manos y la compasión en su corazón al compartir lo que cocina. En un espacio limitado se desenvuelve más mal que bien pero los resultados de su cocina se transmiten a otro mundo. Contado con soltura y gran profundidad. Un abrazo
ResponderEliminarNo sabia que habia un tipo de adiccion a cocinar. Que horror! Que no parar!! Me he quedado anonadada, aunque el relato es muy bueno. Besos.
ResponderEliminarEl mundo puede ser hostil y existen las fobias.
ResponderEliminarBien contado.
Saludos.
Como decía Santa Teresa, entre los fogones también es posible encontrar a Dios, y por lo que nos muestras, la protagonista de tu relato es capaz de encontrar la felicidad, lo que nos es poco. Felicidades y seguimos leyéndonos y comentándonos.
ResponderEliminarEn la cocina hay un universo de olores, sabores, colores que no se aprecian desde fuera, claro que el de dentro puede verlo de otra forma, no como algo bello sino como algo obligado, pero lo que con amor se hace, con amor se disfruta.
ResponderEliminarSu mundo está entre ollas, pero nadie sabe la grandes a de su ser.
Un beso enorme :-)
Llévala a mi consulta que te aseguro que sale de la cocina. La pobre qué miedo a salir de lo conocido más terrible. Al menos se entretiene jajaja. Besos
ResponderEliminarLa zona de confort de esa mujer es un mundo muy pequeño, la cocina, y muy grande, la inmensa variedad de comidas para hacer. Un texto curioso, que me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz lunes
Hola Max,
ResponderEliminarLo importante aunque esté encerrada en la cocina, está activa, cocinando esos deliciosos platillos que de seguro la hacen muy feliz el prepararlos. !Rico menu!
Abrazo!
Max te he dejado mi aportación a tu jueves literario en tu entrada de relación de participantes. Te ruego me incluyas en dicha relación.
ResponderEliminarGracias.