Ahora vienes con rosas a cortejarme. Le veo aparecer como siempre con su macuto colgado al hombro (creo que es nuevo porque ese no se lo he visto nunca, este es rojo y gris el otro...¡opss ya no recuerdo!!). El brazo izquierdo lo llevaba escondido tras la espalda como un niño que ha hecho algo malo y trata de ocultarlo. Al abrir la puerta sonrie, lleva la barba de dos días, pero no le da un aspecto desliñado. No he logrado hablar ni una palabra cuando me ha besado en los labios, dos, tres, cuatro...no calculo las eternidades que pueda durar un beso. Yo también le sonrio. Me ha dado un ramo de rosas.Ha pasado directamente a la habitación a dejar el macuto, ese que ha pasado a formar parte de su vida. Me cuenta que antes tardaba mucho tiempo en hacerlo, en meter la ropa, en saber que iba a ponerse; " pero si eres un tío...". Ahora ya sabe lo que ha de llevar, aunque siempre lleva más ropa que yo. La casa tiene una luz melocotón a esas horas de la mañana. Pasa al sofá. Lo observo aunque a él no termina de gustarle y no lo entiendo porque él sí que me mira constantemente, como un búho. Me ha vuelto a sonreir. Me he acercado a donde está sentado. Me mira y mira la casa. Su actitud es de espera. Hay algo que lee en mi mirada pero no acierta exactamente. Reconozco que las mujeres somos a veces algo intrincadas para el canino pensamiento de un hombre. Este puede ser fiel, leal, juguetón, tierno, pero a veces, mira, hace como que entiende pero no actúa.
Vuela hasta su mejilla un beso, se desgranan muchos más, caen como bombas en puntos estratégicamente señalados. Hay susurros. Me aparto un poco, le vuelvo a mirar. Ha sacado la bandera blanca. Desconocía que tuviera tanto poder. Ha tomado mis brazos, mueve las manos, besa con apasionamiento. Poco a poco van destilándose ricos elixires, del mágico alambique caen gotas de pasión.
Hoy quiero probar el pecado, las frutas maduras que me expulsen del paraíso para llevarme a otros cielos. Extático. Valiente batalla amorosa, dulce rendición la suya.
Hoy vino a quererme con rosas, no sé que me gusta más ser amada o ser amante...me sonrio y miro las rosas que me observan en mi alba desnudez...y sueño, dulce sueño.
Vuela hasta su mejilla un beso, se desgranan muchos más, caen como bombas en puntos estratégicamente señalados. Hay susurros. Me aparto un poco, le vuelvo a mirar. Ha sacado la bandera blanca. Desconocía que tuviera tanto poder. Ha tomado mis brazos, mueve las manos, besa con apasionamiento. Poco a poco van destilándose ricos elixires, del mágico alambique caen gotas de pasión.
Hoy quiero probar el pecado, las frutas maduras que me expulsen del paraíso para llevarme a otros cielos. Extático. Valiente batalla amorosa, dulce rendición la suya.
Hoy vino a quererme con rosas, no sé que me gusta más ser amada o ser amante...me sonrio y miro las rosas que me observan en mi alba desnudez...y sueño, dulce sueño.
Si tengo que elegir, creo que prefiero ser amante que amado. En otro momento habría respondido todo lo contrario.
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