Casi todas las tardes era
igual. Sobre las seis, el sol iluminaba profundamente la cocina. Notaba
como el corazón le palpitaba más rápido a medida que recorría el pasillo. Al principio, disimulaba la compra diciendo que era para que el niño merendase. Cuando a la
segunda tarde Javier dijo que no le gustaba, ya no tuvo que ocultarse más. Cogía
la bolsa de tela que estaba colgada tras la puerta de la despensa. Cortaba
en dos rebanadas el pan de miga blanca que compraban en la nueva panadería vintage
del barrio. Iba hacia el armario de las galletas y allí estaba: el enorme bote
rojo. El cuchillo de punta roma recorría primero el fondo y después las paredes
para extraer, en una única punción certera, la mayor cantidad de nocilla posible.
Untaba primero la parte de abajo del pan. Después con el sobrante la de arriba
y volvía el cuchillo a hendir el untuoso elemento para completar aquella
ambrosía. Chupaba el cuchillo y, casi limpio, lo dejaba para fregar. El primer
bocado del pan sabía a niñez, a barrio sésamo y deberes después; a frustración
porque no todas las tardes había para hacer esos bocatas; a tómate primero la
leche; a cuando sea mayor me voy a comprar toda la nocilla del mundo. Una especie
de predicción que se cumple porque, desde entonces, no falta en su armario de
las galletas un bote rojo con el que, medio en secreto, muchas tardes puede dar
ejemplo a su hijo sobre lo importante que es merendar bien para suplir las
carencias de la infancia.
Más donde Charo.
Es cierto que es importante merendar bien. Es algo de lo que se habla actualmente en los medios.
ResponderEliminarInteresante el planteo nostalgico que le diste al primer jueves del año.
Qué bien has descrito ese momento de placer sublime y esos recuerdos de la infancia!
ResponderEliminarSin duda un oscuro objeto de deseo!
Gracias por participar y Feliz Año Nuevo!
Besos
Magnifico relato que viene a demostrar que siempre se vive entre la ilusión y la añoranza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Feliz me lo/a imagino y merecida resulta ser esa felicidad, después de las carencias de la infancia.
ResponderEliminarUn momento único, placentero, y que está muy bien disfrutar al máximo. Hay tantas cosas que nos generan deseo, algunas tan simples como sentarse a disfrutar de un bocado que nos gusta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una fijación infantil que se ha perpetuado en el tiempo. Pienso que hay deseos, como el de la nocilla, que están ahí para ser alcanzados y disfrutados. No tiene mucho sentido renunciar a esos pequeños placeres que la vida nos ofrece.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menudo placer ese, si que trae recuerdos si.
ResponderEliminarMuy bien descrito ese momento tan placentero.
Un abrazo.
Ayudas a rememorar aquellos recuerdos.
ResponderEliminarFeliz año.