18 septiembre 2015

Este Jueves, Relato: Un retrato

Este jueves nos invita Juan Carlos a que "nos retratemos" o que retratemos o que describamos. En definitiva que pintemos, que es a lo que nos dedicamos, pero con las letras. Ahí va mi minúscula pintura.

Después de un rato en el que nadie hablaba, J. rasgó el silencio y preguntó por el retrato de papá. Todos se miraron. Tic, tac. El reloj de péndulo colgado en la pared seguía haciendo su trabajo a pesar de todo. Era cierto, no se encontraba en la pared. En su lugar una cuadrada mancha blanca, más clara la pintura en ese trozo.

A papá le hacía mucha ilusión ese retrato porque lo había pintado la abuela.

No sé, dijo T.,  alguien se lo habrá llevado.

¿Para qué querría nadie llevarse un retrato? ¿Es que estamos como en el pueblo en el que hay que guardar las cosas de valor para que no se las lleven las vecinas que venían al velatorio?

Pues no está y punto, terció V. 

Tic, tac.

Pues papá me decía que sería para mi, insistió J. Yo de pequeño me quedaba como un niño tonto mirándolo durante mucho rato. No se parecía a papá, ni por los rasgos, ni por los colores. La abuela había pintado otra cosa, otra cara, pero creo que todos sabíamos que era papá.

O de verlo tanto tiempo ahí, todos pensamos que era papá, sollozó C.

Pues lo quería, lo quería, me encantaba y era para mí. Y ahora no está, y alguien se lo ha llevado. Lo quiero, si alguno de vosotros lo tiene que me lo de, por favor. Quiero mirarlo…ya le tenía un sitio reservado en casa, su rincón favorito.

Todos se miraron. Tic, tac…

Ayer a estas horas…, empezó C.

Todos chistaron a la vez e interrumpieron a C. Tic, tac. El sol se estaba yendo y, de nuevo haría largas las sombras de los edificios sobre la gran avenida. Tic, tac.

¿Queréis cenar algo?

No, mamá, indicaron todos al unísono. 

Tic, tac. J. se levantó y paró el péndulo. Dio un beso a todos, uno por uno y se marchó. Sus pasos retumbaron por el pasillo porque la casa estaba un poco más vacía.   

04 septiembre 2015

Este Jueves, Relato: Leyendas de mi tierra

Este jueves nos invita Perla Gris  a escribir sobre leyendas de mi tierra. He de decir que me he encontrado no con un inconveniente sino con varios, tantos como los sitios a los que me siento ligado. Soy de Murcia, vivo en Ocaña (Toledo), paso mucho tiempo en Aranjuez y siento un apego muy grande por Mota del Cuervo, por razones de peso. Así que he tenido difícil, lo de elegir leyenda. Me he decantado por algo que oí o me contaron de aquí donde vivo...ruego me disculpen porque me he pasado un poco de palabras pero era complicado resumir la historia y la persona que lo contó era prolija en detalles...




Para montar un negocio, lo primero que hay que tener es una buena idea. Y luego que no haya factores o circunstancias externos que hagan que el negocio pueda no funcionar. Pues bien, en el bajo que se encuentra en el bulevar junto al Casino y que hace esquina, ningún negocio prospera. Y eso que el bajo es amplio y se encuentra muy bien situado cerca de la Plaza Mayor.

Con anterioridad no sé lo que habría. Pero desde que vivo aquí, han fracasado un bar, con lo que es un bar en este país y una entidad bancaria. Ni más ni menos. En la oficina de la entidad bancaria conocía yo al director. Tomábamos café algunas mañanas. En la inauguración, me enseñó las instalaciones. En la planta baja, la oficina propiamente dicha. En la primera planta, un par de despachos. Y en la última, en una antigua vivienda, los archivos. 

Al principio todo era normal. Pero con el tiempo, las cajas y papeles se acumulaban en la planta baja. Los empleados no querían subir al archivo. Decían que se oían ruidos extraños, bufidos de bestia, gruñidos. Alguna caja había aparecido como mordida. Un becario dijo una vez que había visto una gárgola, pero real, enorme y verde. Se le había quedado mirando con sus pequeños ojos rojos. Parecida a la que desaguaba la lluvia del tejado. Lo cierto es que yo siempre vi a la gárgola bien colocada en la esquina. Aunque también lo es que no volví a ver al becario.


La mañana en que estaban desmontando la oficina, tomamos café en el Casino el director y yo. Coincidimos con P. R. que nos contó algo sobre una maldición echada sobre el edificio por una antigua dueña que murió sola y a la que encontraron al tiempo como petrificada. Unos dicen que se reencarnó en el bicho y que, de cuando en cuando, exige un pequeño sacrificio. Que a veces de ese tejado, aparte de agua, puede caer algo de sangre. Otros hablan del mismo diablo que habita en esas estancias. Sea como fuere, lo cierto es que no hay negocio que prospere en ese bajo y que alguna vieja se persigna al pasar por esa esquina…esté o no la gárgola.