Cuando Alberto Struzzi ideó su juguete para el sobrino del archiduque, jamás pensó que fuera a tener tanto éxito en los años venideros. No escatimó en los detalles, en los vestidos, en la impedimenta, en los materiales para construir lagos y puentes, en el castillo para sitiar...Lo cierto es que pretendía enseñar y entretener. Enseñó al niño y futuro Felipe IV lo que sería parte de su labor en este mundo. Pero además, cuando diseñó el primer juego de soldaditos de la historia, puso al alcance de muchas generaciones posteriores de niños, la posibilidad de creerse dioses, grandes estadistas, reyes, emperadores; tocó, sin saberlo, una oculta ansia de poder ínsita en el hombre, una aspiración de dominación y, por qué no, de eternidad. Quizá, sin saberlo, hizo un juego de la guerra, en la que niños juegan a ser mayores.
3 comentarios:
Si te soy sincero me encantaban. Efectivamente algo de ansía de poder y dominación oculta ese juguete.
Por cierto Max, ya que tiene la versión beta de blogger, estaría bien que etiquetara sus escritos para así poder acceder a ellos más fácil y por temáticas.
Abrazos.
Mientras sólo sean juegos. Lo malo esa cuando dejan de serlo y esos soldaditos ya no son de plomo y son de carne y hueso.
Un saludo
A mí aún me sorprende ver jugar a la guerra ... la piel de gallina, cuando un niño empuña una pistola.
Saludos.
Publicar un comentario