La lluvia comenzó a caer de repente, como estallan los sentimientos y eclosiona la primavera. Pareció que el cielo iba a caer sobre nosotros al son de los truenos. Corrimos a refugiarnos bajo el alero de aquella vieja farmacia, que conservaba en viejos botes de porcelana, ungüentos, pócimas, brebajes para todo tipo de enfermedades y dolores: para la cabeza, para el estómago, lumbago, para el mal de amores, para la tristeza existencial...Un relámpago, un, dos, tres...ruge el trueno que quiebra feroz el cielo negro de ganas de lluvia. Delante nuestro cruza una bicicleta apresurada, vuela la capa de lluvia color azul del señor que pedalea. Levanta un poco el barro de la calle. Tintinean sobre el suelo y una chapa metálica, las gotas provenientes de la vieja madera oscura del tejado. Justo a nuestro lado un gato, mira lastimoso.
En tu cara un mechón de pelo moreno aplastado y hay unas gotas que resbalan en ordenada procesión por tu mejilla, otras lo hacen por tu elongado cuello y se pierden de la vista. Tu mirada está suavemente perdida más allá de las casejas.
Escampa la tormenta, deja tras de sí un fragancias de recuerdos verdes, humedas tierras rojas, amarillos campos de cereal sedientos, miradas cobijadas bajo aleros, gatos cobardes y huyen las nubes que buscan otros suelos que mojar, otras ciudades, otras gentes...