Esta semana nos invita Dorotea a hablar de la magia de los olores. Después de unas cuantas semanas sin participar y, aunque no me gusta el relato que he hecho, he considerado mejor participar. Ahí va mi aportación
Nunca podría dejarte. Creo
que no podría empezar con nadie que oliera de manera diferente a como tú lo
haces. No podría acostumbrarme a otro olor que no fuera el tuyo. Ese olor
blanco de Pôeme que aparece en tu cuello todas las mañanas. O el olor azul de
tus ojos silenciosos y profundos.
Tampoco creo que me
acostumbrara a un olor que no fuera el de nuestra casa. Un poco especiado y
cálido. Naranja. O a otro aroma distinto al del café que trajimos de Oporto y
que recorre una por una todas las estancias por las mañanas.
Al de nuestro sofá cuando
estamos tumbados y tapados con nuestra manta de cuadros escoceses y lo único
que se oye de fondo es el sonido de tu
respiración sobre el telón de la noche.
No. No podría dejarte. Me
daría una pereza enorme tener que comenzar de nuevo, oler otras cosas, otras
casas, otras personas. Quizás otros niños pequeños. Tener que oler legajos rancios
de abogados, olfatear discusiones y negras soledades.
No. Prefiero guardar en
pequeños segundos nuestras esencias para poder rescatarlas si llega el día en que, de tanto amor, pierdo
el olfato.