14 agosto 2011

El Ángel de la Muerte

Los de verde y, más tarde, los periodistas con un claro ánimo morboso, me llamaban "el ángel de la muerte" cuando lo cierto es que yo me consideraba más bien un comercial de la libertad. Así lo expresé en mi declaración, ante la autoridad competente (que se cree ella). Que si apología del terrorismo, que si delito fiscal, que si enaltecimiento de no se qué, todo según el código penal y la legislación extranjera española. Que una cosa digo, que si tenemos que empezar un país, bien podríamos tomar prestado todo eso y aplicar los mismos palos "legales" que nos han estado dando todos estos años.

La verdad de todo es que una mañana, Irati, me dijo que había "uno" en el vestuario que quería hablar conmigo. Al terminar el entrenamiento, apareció súbitamente de detrás de las taquillas. Que si yo venía de una buena familia de las de toda la vida, de las que no cabía dudar de sus querencias; que si tenía acceso a los chavales; que les fuera comentando y que tenía que trabajar para la causa en las dos canteras, la del fútbol y la otra. Pero no solo en el club, lo que hice entonces fue poner al servicio de este país, todas mis dotes comerciales. Así pues, hasta las cinco de la tarde, vendía textiles, hilos y ropas de bebé (de una casa inglesa muy importante), a las seis entrenaba a los chavales en todos los sentidos y, después, antes de ir a la casa, me pasaba por la taberna a informar y, un poco, a seguir con la labor de "enorme importancia" que me habían encomendado.

Tal y como estaban las cosas, de mí iba a depender la formación o el encauzamiento, diría yo, de una cantera de auténticos gudaris que en un futuro muy próximo pudieran liderar el proceso. Una auténtica élite democrática o no, que nos llevase por el camino de la libertad. Porque de eso se trataba, de liberarnos de todos los yugos e imposiciones a que habíamos estado sometidos durante años...

Hasta que me detuvieron, hasta que empezaron a decir todo aquello sobre mí. El ángel de la muerte que se dedicaba a reclutar jóvenes para la organización asesina; que si yo había reclutado al jefe del aparato militar, hasta en dos ocasiones; que bajo la apariencia de un simple comercial de ropa de bebé, se ocultaba un sádico y metódico reclutador como hacía años que no había tenido la organización (esto último yo lo consideré un piropo y así lo dije en mi declaración). Eso sí, todo con terminología militar, aún no se por qué...pero no era así, no llevaba una doble vida ni estaba engañando a nadie, ni tenía una amante, no era el ángel de la muerte, vendía textiles y ropa de bebé y entrenaba a la cantera, ayudaba a mi país, esa era toda mi vida, mi única vida...supongo que cuando todo se arregle o lo arreglen se acuerden también de mí y pueda haber alguna solución, aunque sea de viejo...

09 agosto 2011

1ª Conversación

Me quedo atrás, piensa, mientras escribe un sms sin ninguna abreviatura. Hemos pasado de la galaxia Gutemberg al universo emoticón. No tiene Twitter, una cuenta del feisbuk para estar algo en contacto con sus amigos porque vive fuera, pero que es de las que apenas utiliza. A veces me da la impresión de que estamos en un mundo morse, entrecortado, de puntos y rayas, de palabras cortadas por una repentina falta de cobertura...Dónde irán esas palabras, se pregunta, que se cortan, vuelan para no ser nunca más dichas. Pensaba que podrían formar parte de un archivo o una nebulosa que, a modo de cúmulo-nimbo pasase u ocupase nuestras cabezas los días poco claros. Imaginaba de vez en cuando una lluvia de palabras caídas al azar en lugares y sitios que no les correspondían y un guirigay de conversaciones extrañas conformando un mundo absurdo.


Fue entonces cuando pensó dar un paso más, retroceder un poco más, si cabe, y retomar conversaciones, palabras, cosas que debieron ser dichas y que, o bien porque lo cortaron o por algún fallo de tecnología, nunca fueron dichas.


Hablaría con el frutero para, tras darle los buenos días muy cortesmente, indicarle después la porquería de fruta que le vendía y que los últimos albaricoques se pusieron malos con solo mirarlos. Dicho. Y es que como siempre tenía la frutería llena de gente su voz se había mezclado y entrecortado siempre con los gritos de pesos, euros y otras conversaciones cortadas pero que no preocupaban a sus emisores como a él le preocupaban las suyas...


Desde entonces, y aquel primer día, sus conversaciones serían mimadas, un objeto de culto, serían completas. Así lo pensó y se prometió que haría.

06 agosto 2011

Tango

Todas las tardes, cuando el sol comenzaba su lento descenso a los abismos a los que fuera a descansar hasta el día siguiente, M. subía a su hotel, y se decía que hoy sí, que ese sería el día, que moriría de tango. Con su camisa de lino rojo, abría las menorquinas de par en par y se tumbaba en la cama a esperar. A eso de las ocho, aparecían los primeros alemanes en la terraza de debajo del hotel para cenar. Sus murmullos se mezclaban con el suave run run de las olas contra el malecón y, a eso de las nueve, comenzaban a sonar los tangos para acompasar el tintineo de las copas y los cubiertos contra los platos. Y sonaban, y sonaban, y M. comenzaba su lento descenso hacia los abismos de la melancolía y la nostalgia. Se le escapaba alguna lágrima recordando la primera vez que estuvo en ese hotel, aquellos escarceos lúbricos y también aquellas noches serenas tumbados el uno junto al otro, oyendo el mar, los últimos inviernos pelados y calmos. Y poco a poco caía en un hondo letargo, cercano a una muerte cerebral...pero al día siguiente, muy a su pesar volvía a amanecer, envuelto en un espeso sudor, con el sol asquerosamente energizante invadiéndolo todo.

Pasaba así los veranos, se llegaban los otoños y ese estado de ánimo que es septiembre. Para entonces, los tangos, los alemanes, el mar y sus ganas de memoria se agotaban y volvía a la urbe que todo lo engullía con sus hijos y nietos. Hasta el año siguiente y el siguiente, y el sucesivo...estaba consiguiéndolo, morir de tango, de su canción, a los sones de Gardel, pero es lo que tienen las muertes de tristeza, nostálgicas y de melancolía, que su efecto es lento y se inocula gota a gota a medida que crece en girones blancos la soledad...

Alguna mañana lo lograría, sonaría de nuevo el tango que tantas veces antes habían bailado, seguiría todo el ritual yermo de las últimas noches juntos, recordaría SU sonrisa triste y eterna a un lado de la almohada y caería en ese anhelado letargo de acordeón, lento, lento, lento...