31 enero 2007

Recuerdo un segundo

No te preocupes que yo te llamaré, conozco tu número y si no, sé dónde vives. Y al despedirse nada más que me dejó un dulce cosquilleo en los labios y un agradable soplo de Poême en el aire tras de sí.
De aquella noche conservo ese cosquilleo que, pocas cosas más me lo han provocado en la vida, un trozo de servilleta coloreado con la impronta carmín de sus labios, una botellita con su recuerdo y un clavel reventón bañado con el rocío de unas gotas de azahar, sonriendo al sol de la mañana.

26 enero 2007

Tovarich, Yo y la Res Nullius

Los inviernos son lo de siempre, salvo si se pasan cerca del mar. Esa apacible y terrible profundidad azul oceánica, marca el caracter de los pueblos y, como no, marcó el de nuestra generación. Hubiéramos querido ser importantes como lo fueron nuestros padres; inmortales como lo fueron nuestros antepasados; luchadores como esos marinos que hacían frente a los vientos y las bravatas de las aguas. Pero somos los que somos y apenas si podemos repasar mentalmente toda la historia de nuestras familias.
De nuevo, como cada mañana, dejo mis huellas en la playa; el mar llega, tras ellas y las borra. Huella tras huella y ola tras ola. Cada mañana me acompaña en ese paseo Tovarich, mi golden retriever, gran escuchador de historias; en más de una ocasión he pensado que si hablara, tendría para contar miles de cuentos de las rarezas humanas. Se aleja y olisquea. Rasca y desentierra. Es una pequeña lamparita de metal, cubierta por una pátina de orín. La ha traído el mar de dios sabe dónde. Parece antigua e importante. Tovarich la mordisquea, se la quito y la observo. Quizá fuera romana o de los primeros celtas, de algún señor o de un pobre labriego...sea como fuere el azar la ha puesto en estas arenas; de ellas la saco; el mar borra de nuevo la huella del lugar donde estaba enterrada. Pasará a engrosar y ocupar su lugar en mi extraño museo de res nullius, junto a otras que he ido encontrando; ocupando su orden, como nosotros, como el mar...huella tras huella, ola tras ola...

20 enero 2007

Croquerie

Miriam estaba harta de la felicidad con que los clientes de la bocatería le pedían que le agregara más salsa tártara a las baguettes rellenas (por decir algo) con una lámina de salmón ahumado. Las mismas baguettes artesanales que había descongelado esa misma mañana. Y al salir de trabajar a casa a levantar del sofá a un marido que hacía todo lo posible por despreciarla. O, si era los jueves que libraba, a tomar un café furtivo con un amante que hacía tiempo había dejado de serlo; concretamente desde la última promesa de abandonar a su mujer que le había hecho. "Convéncete, nunca dejan a sus mujeres. Hasta que no hay algo seguro o los mandan a la rúa, no dan el salto". (Consejo de Rita en la anterior pausa para el café). Sí, son unos miserables.
Es sábado, tiene la mirada perdida, en la puerta trasera del local del centro comercial, Miriam, apura su Chester. La ley anti-tabaco crea soledades de humo ante las puertas de los sitios. Se pone el gorrete verde, se alisa el pelo y, preciosa como es, pasa con la mejor de sus sonrisas a atender a niños sonrientes ávidos de sandwiches con salsas para merendar. "El cliente ha de sentirse único" (recomendación-orden de su jefa-encargada); como nada lo es en este mundo. En fin, en otra vida será. De todos modos, tras el mostrador de cristal, ha sonreído y ha preparado un gran bocata para la merienda de su hijo que ha aparecido por allí. Ha sacado su misma sonrisa franca, ese sí va a disfrutar.

18 enero 2007

Día 2

Escena 1: Cubículo en el salón de una casa, vacio. Pierna apoyada en taburete bajo. Ropa ancha, de fin de semana. Se pierde la última luz natural del día. Fuyen los últimos pájaros a sus resguardos. Tranquilidad solo rota por las sirenas y humos de la vieja ciudad.
"Hoy más que nunca estoy en la atalaya, ávidos los ojos de mirar fuera de mi. De hacer cosas, aunque sean las más simples, pero me falta un pie. Una pequeña pieza, que no se qué juego hace, ni dónde está exactamente pero que se ha roto...eso un ligamento...anterior para más detalles...en el tobillo para terminar de concretar...Escayola (férula), media, y cojera impeditiva...de muchas cosas...
Hoy es el día 2 de la recuperación...que nos sea leve... "

15 enero 2007

¿A qué piso va?

Ya hay miradas justo delante de la puerta del elevador. Un breve saludo. "Hola" o "Buenos días", si no es conocido. Un "buenas", si hay más confianza. Pasan las señoras o señoritas primero. Después los señores o caballeros en el orden de protocolo que en ese mismo momento deciden o establecen. Dos de los tres ocupantes de la cabina suspiran. Cada uno indica el piso al que va. Miradas al suelo. El botón del tercero está en parte quemado. El señor del tercero mira la colorida bufanda del señor del sexto. El señor del sexto cruza la mirada con la chica del cuarto que viene de natación con el pelo todavía mojado. Un ruidito y un piso arriba. "Parece que va a adelantarse el verano". Hay comentarios sobre el tiempo, alguna que otra banalidad. Otro ruidito y otro piso: ¡¡ale hop!!. Nuevo cruce de miradas. La chica del cuarto mira la luz del ascensor, luego otra vez al suelo; el ascensor es viejo y no sube a la velocidad que la chica quisiera. Pasan las puertas, con sus numeritos pintados, hacia abajo. Subir en ascensor es un acto de convivencia extrema, en un cubículo las respiraciones y las miradas se mezclan en ascendente caos. Dura unos segundos. Se llegan todos a sus pisos, salen torpemente de la cabina...que sigue su camino en un eterno sube y baja, recolocando nuestras existencias en su correspondiente ¿vivienda?.

14 enero 2007

Por San Antón

"San Antón las cinco y con sol". Ya son un poquito más largos los días. Ya asoma el calorcito del sol en los medios días. Cierras los ojos y dejas que el sol te de en la cara. Con los ojos entornados todo se ve color naranja. De frío calculo que quedan quince días, nada más que quince días. Paseamos por entre los puestos callejeros, plenos de garrapiñadas, orejones, frutos secos y otros dulces... hay pelotas y otros juegos que parecen sacados de esas fotos en blanco y negro que se guardan en cajas metálicas de galletas que quedaron vacías...algún San Blas que se adelanta para la gargantera...se despereza, un año más, el viejo barrio para sus fiestas...

10 enero 2007

Una Certidumbre

Abre los ojos y se despereza con el repetitivo sonido del despertador. Hoy se hubiera quedado toda la mañana en la cama, como carta en un sobre. Es más, sabía que debiera haberlo hecho. Al mirar la fecha, vió que era uno de esos días que, en su vida, surgían y se repetían cada mes y diecisiete días exactamente. Hoy todo va saliendo de aquella manera, no como el resto de los días...¡¡a ver si acaba y puedo relajarme!!. En el parque se ha dado cuenta que se le ha desatado el zapato, hoy tampoco los cordones parecen tener la consistencia vital que uno necesita día a día. Se agacha sobre el viejo empedrado, aprieta bien los cordones, ve una hormiguita y piensa: "no hay nada tan seguro como andar por suelo firme con los zapatos atados bien fuerte". Algo bueno tuvo que tener ese día.

03 enero 2007

En la corrala

Hubo gran revuelo en el vecindario, incluso yo diría que algo de alegría en algunos. El viejo del tercero tercera del número 16, de la calle Espartero, había sido estafado. Si recuerdas, fue cuando discutió con el joven barbilampiño al que le tenía arrendado el bajo o semisótano porque no podía pagarle la renta completa de febrero. Los gritos se podían oir en todo el patio. Amenazó con matar al "escritor". Subió a su casa. Alcanzó la vieja pistola, una Bergmann MP del año 38, que se decía en buen estado y que había pertenecido al mismísimo Himmler. Bajó corriendo, blandiendo el arma en alto. El chico que corre, el viejo que guiña un ojo, apunta, y el viejo revolver hace un click opaco, y no ocurre nada. El anticuario militar al que se la había comprado le aseguró que funcionaba y, bien que la cobró, por eso y por su insigne dueño anterior. No hizo más que un ligero ruidito al suspirar, sentado en la escalera. No podía perseguir al joven, la tienda anticuaria ya ha tiempo que desapareció y, ni siquiera sabía ya a esas alturas qué tipo de arma había pagado a precio de oro. Bueno, desde entonces se dedicaría a coleccionar sellos que es más seguro, se dijo.