06 octubre 2018

Este Jueves Relato: Ritos iniciáticos

Este jueves nos invitaba Juan Carlos a hablar sobre ritos iniciáticos. Y aunque sea sábado y no sé si llego a tiempo...ahí va mi participación.




Mamá decía que la tía Carmen nunca había andado muy cristiana de la cabeza y que solo a ella se le ocurría salir a andar por los bosques a por grelos y berzas durante la semana santa. Y claro que traía grelos y berzas para los guisos. Pero también otras yerbas que escondía en el bolso de mimbre y nunca nadie veía. Y en viernes santo, salía y ya no regresaba en todo el santo día. Yo la esperaba despierta y, cuando se acercaba a mi cama a darme un beso, le preguntaba. Cuando seas mayor, mi niña, que tú tienes el don, me decía.

Y es que con el tiempo me dejó que la fuese acompañando a las visitas. No paraba de hablar durante el trayecto y me contaba que las oraciones se enseñan en viernes santo porque en otro momento no funcionan. Y las visitas han de hacerse en viernes santo para que hagan efecto. Y cada día yo me pasaba por su habitación. Tenía miles de frascos de muchos colores y yerbas. Algunos tenían nombre de santo: cruz de San Andrés para que no se yerme la madre, me explicaba; de San Gil para reponer virgos, bálsamo de Santa Quiteria, ungüento de Santa Marina…más santas que santos, me decía, para que te acuerdes bien de lo que te espera, niña, que las santas somos nosotras. Y me daba un pellizco. Para que despiertes.

Aun recuerdo el dolor de los pellizcos en el brazo y que cada vez que pasábamos por un cruceiro se escupía en la mano y tocaba su base. Yo lo sigo haciendo, y me santiguo. Ya se sabe, por eso de las ánimas, que también me enseñó.

A las ánimas benditas no te pese hacer el bien, que dios sabe si mañana serás ánima tú también…y seguíamos el camino.

28 septiembre 2018

Este Jueves, Relato: Línea 20

Esta semana, nos invita Mag a un juego literario. Coger una página al azar de un libro e incluir en nuestro relato la frase que figure en la línea 20...si lo he entendido bien.

Yo estoy leyendo ahora el libro de Ana María Matute "Algunos Muchachos y otros Cuentos" Biblioteca Básica Salvat, colección RTV.

Pues bien, en la página 112 y dentro del cuento La Ronda, es donde el azar me ha encontrado. Subrayo la frase que aparece en ese lugar dentro de mi relato. Espero que os guste.


¡Si supieras, si supieras ya como me están envenenando tus palabras! Creo que nunca quise escucharte. Y tus palabras saltaban a mi boca, se podían masticar y tenían un sabor amargo. Eran como besar algo muerto y créeme, recuerdo bien ese sabor. Yo quería también hablar pero tu mano encima me lo impedía. Y sentía como temblaba todo. El armario, la cómoda blanca del fondo de la habitación y la lámpara del techo, se movían y se hacían borrosas. Se filtraba una luz que cortaba a través de la persiana bajada. Chirriaba la cama a nuestro compás. Tus palabras eran ya apenas unos gruñidos pero seguían salpicándome, y manchaban, y dolían. Me iba faltando el oxígeno y cerré los ojos. Tú no callabas pero estaba dejando de escucharte, estabas cada vez más lejos y llena de tu veneno, me llegó. Y suspiré. Y sonreí.  




23 septiembre 2018

Sed

Aquella mañana estaba la niña jugando con una muñeca de trapo y barro, como muchas otras en las que no iba al colegio y se dedicaba a ayudar a madre con el baldeo de la puerta o a intentar echar las moscas de la casa, lavar la ropa de los más pequeños o ir a por agua. 

El pozo estaba a unos cuatro kilómetros, cerca de la cantina y del colegio. Muchas mañanas, dejaba los cubos con agua en la puerta y pasaba a alguna clase. Se estaba un rato repitiendo las lecciones y, cuando los niños iniciaban el rezo antes de salir al recreo, marchaba corriendo para llegar a casa antes que él o para no cruzarse con él por el camino. Si la veía, la llamaría y tendría que acompañarlo baboso y borracho hasta casa. Y se demorarían un poco en el bosque, junto a los heliotropos, a pesar de que su madre le tuviera dicho que no tardara y que no se entretuviera con nada ni con nadie. Aunque ella pensaba que mamá se refería solo a desconocidos. Pensaba que mamá no la regañaría si, al final, no derramaba el agua y llegaban los baldes casi llenos. 

Él llegó borracho y mojado. Fuera caía aquella lluvia fina que iba poco a poco desgastando las almas hasta convertirlas en regueros de muerte lenta. Se tambaleó y se echó encima de la niña. La agarró de la muñeca derecha y tiró de ella hacia la puerta del chamizo. La niña soltó un pequeño quejido. La madre se interpuso entre ellos y la salida. Él le escupió toda su desgracia y, de un puñetazo en la nariz, la apartó. Al caer el pelele, una luz blanca lo cubrió todo por un segundo. 

Y salieron. Y seguro recorrerían la senda embarrada de vuelta a a la cantina. Y allí estaría D. José, que miraría los enormes ojos negros de la niña, muy abiertos, como de muy saber. La cogería de las manitas y lo invitaría a él a un trago como anticipo. Don José era bueno, eso le había dicho siempre su padre. Y eso le decía él a la niña. 

Él se acodaría en la barra, como muchas mañanas en las que salía de casa muy temprano y llegaba muy tarde. Y de vuelta, oiría los rezos de los niños en el colegio, cada vez más lejanos, antes de que salieran al recreo. Sudaba y seguía teniendo sed. 



25 mayo 2018

Este Jueves, Relato: El premio

Nos invita Juan Carlos esta semana desde su blog a hablar de "premios". Propone el famoso juego de un relato inacabado de Chejov, pero como yo ya tenía hecho ese ejercicio, he cambiado mi participación y aquí la dejo. Si ustedes gustan.


Estoy en la última fase para conseguir el gran premio. Había ido superando una prueba tras otra de la mejor manera posible. Destrozar algo del mobiliario público de la ciudad donde vives. Relativamente fácil. Me cargué el cristal de una marquesina de una parada de autobús. Selfie. El cris, cris de los cristales en millones de pedazos me pareció un espectáculo bellísimo. Aunque me hice un corte. Nada grave. De aquella noche, recuerdo el sabor ferroso de la sangre de la herida y un pájaro nocturno que de rama en rama me fue acompañando hasta casa.

El siguiente sobre con instrucciones apareció puntual en el buzón al lunes siguiente. Segunda prueba. Una semana de plazo. Misma mecánica. Tras hacerla había que subir una prueba en una página de la organización. Elemento purificador: el fuego. Quemar. Bueno, habría que esperar a un sábado por la noche y bien un coche o una de las naves del polígono arderían con facilidad. Así fue. Un coche. En pleno centro. Y el amarillo fatuo que iluminó la noche por un momento. Selfie. Red. Un tic verde en la página web, marcaba mis progresos.  

Tercera prueba. Llegó también en un sobre lacrado. Se llamaba el dominio de la carne, el poder de la carne o algo así y decía literalmente que para superarla había que cargarse a alguien. Esta era un poco más complicada. Creo que buscaría un edificio con ascensor y esperaría a alguien dentro de la cabina. Arma blanca y al abrirse las puertas culminaría con lo exigido por el concurso. De noche. Alguien que llegue del turno de noche, sin ganas de resistirse o tan hastiado de la vida como para dejarse hacer y que yo pueda ganar. Ganar. ¡Qué palabra tan bonita! ¡Cuánto poder! Y luego la parte burocrática: selfie, prueba y a esperar el premio si soy el ganador. Espero serlo, estoy ilusionado.  


23 marzo 2018

Este Jueves, Relato: Juegos y Juguetes

Esta semana nos invita Dorotea a jugar en su convocatoria, así que ahí va mi participación...






Al final todos acaban rompiéndose. A uno que se le sale un brazo. A otro que se le rompe una pierna. Se les ensucia la cara y se le enmarañan los pelos hasta parecer estropajos. Y termino aburriéndome de jugar con ellos.

Al principio era divertido, por la novedad, supongo. Y porque hay algunos muy bonitos, como nuevos, apenas sin usar. Además antes duraban más. Eran mejores, ahora apenas hay alguno que balbucea un poco, o que llora o echa salivita por la boca que luego hay que limpiarle. Y darles de comer y beber. Todo un incordio.

Luego está dónde los guardas cuando ya no te sirven o están totalmente rotos. Cuando tienes una casa grande, vale, pero cuando no, ¿qué haces con ellos?

Dicen que una persona se hace mayor cuando deja de jugar, pues bien, yo creo que he alcanzado ese punto. Ya no me gusta jugar. Me aburre jugar ya. Me hago mayor. Ley de vida, dicen también. Puede ser. Todo puede ser.

25 febrero 2018

Este Jueves, Relato: Cuaresma. Cierre de Convocatoria

Pues ha llegado el domingo de cierre. Nada más me queda agradecer a los jueveros participantes y lectores, su generosidad al haber aceptado el reto de participar con un tema que, quizás, era complicado. Pero bueno, somos escritores, ¿verdad? Ha sido un placer coordinar este jueves. Ahora paso los trastos a Ainoa Bravo Rodríguez para el próximo jueves. 
¡Nos vemos en las letras!

Este Jueves, Relato: Cuaresma

Pues con esto de ser coordinador, me permito una pequeña licencia y es la de colgar mi colaboración la última y un poco tarde, pero es que he andado bastante escaso de tiempo. Espero sepan disculparme. Ahí va.

Me llamo Cuaresma. Debo mi nombre a la religiosidad de mis padres. Debí nacer en esa época antes de la Semana Santa. No estoy bautizado porque en M. durante la cuaresma no se hacían ceremonias. No había bodas ni bautizos. Entierros supongo que sí. Solo había una misa al día. La de las ocho de la tarde y no la anunciaba la campana de la iglesia, sino que pasaba por las calles una comitiva de ancianas de luto con una carraca y a su paso, iban saliendo los vecinos y se unían a este fúnebre cortejo. Desde la ventana de la sala, apagábamos la luz y mirábamos por la ventana alumbrados solo por el cabo de una vela detrás del visillo. Los niños no podíamos salir desde que caía el sol, hasta la mañana siguiente en que íbamos al colegio. Y así durante cuarenta días, aunque en realidad se podría decir que todos los días eran así, porque como saben M. es un pueblo maldito.

Por eso nos vinimos a la ciudad, con sus ruidos y sus coches, y sus humos, sus tiendas, sus neones, cafeterías bares y casas de apuestas, cines y todo lo demás. Por eso mamá no nos deja salir tampoco aquí. Al regresar del colegio por la tarde, ya no salimos salvo para ir a misa a la parroquia del barrio. Todos los días. Hacemos todo lo mismo como cuando estábamos en M. A veces me acuerdo y pienso que algo del pueblo nos debimos traer pegado a la ropa, el olor quizás. O alguna parte de ese viento seco, mefítico y amarillo que recorría las calles por la noche. Lo oíamos desde la cama golpear las contraventanas. 

Ahora en la ciudad casi no se oye nada. Si acaso un ruido sordo y continuo de tráfico, alguna sirena. Aquí también está todo muy muerto, quizás maldito, pero de otra manera

18 febrero 2018

Este Jueves: Relato. Convocatoria


Resultado de imagen de Cuaresma


Para bien o para mal, en nuestro mundo occidental vivimos inmersos en la cultura cristiana y el pasado miércoles día 14 (también día de los enamorados) comenzó para los cristianos la Cuaresma con el llamado miércoles de Ceniza. 
Si ponemos Cuaresma en San Google, esto es lo que nos sale: 

"Período de cuarenta y seis días, desde el miércoles de ceniza hasta la víspera del domingo de Resurrección, en el cual algunas iglesias cristianas preceptúan ciertos días de ayuno y penitencia en memoria de los cuarenta que ayunó Jesús en el desierto."

Pues bien, sobre eso va la convocatoria de esta semana, sobre la Cuaresma, historias de Cuaresma, que tengan que ver con la Cuaresma, cuarenta días. Da igual a los efectos jueveros si son cristianos o no, creyentes o no, porque la historia de Cuaresma, se puede contar desde dentro de la cultura cristiana o desde fuera de ella. Vale cualquier aspecto, de la Cuaresma. Les espero a partir del miércoles y hasta el sábado. Que los hados, las musas o los dioses les sean propicios. Pueden utilizar la imagen que prefieran para ilustrar su relato y, por supuesto, no olviden las normas generales

20 enero 2018

Este Jueves, Relato: Detrás de la máscara

Esta semana es Roxana la que nos invita a su blog para que escribamos sobre máscaras...¡Ahí va mi participación.

¿Cómo la describiría? No sé. Tiene el pelo castaño nº 5 de Loreal. Soy peluquero aquí al lado, por eso lo sé. Y cardado de manera que le va tapando los huecos que se le ven. Es muy mayor y lleva la mandíbula abierta. Repetía con un movimiento involuntario de la boca las conversaciones que va oyendo por la calle. Es como si absorbiera palabras de otros. Llevaba un abrigo marrón, largo, elegante, de grandes botones también marrones pero claros. Los zapatos, la verdad es que no se los miré, pero a esas edades, seguro que uno cómodo de polipiel y de medio tacón. Llevaba gafas, sí. Un poco cuadradas.

La vi por la calle que va al ambulatorio empujando la silla de su marido. Resoplaba, sí, resoplaba. Supuse que iría al médico a alguna revisión o a por las recetas para los medicamentos. Muchos días también los veo a los dos que van por esa calle, pero para el otro lado, camino a la estación. Aparca a su marido al pie de la vía y ella se sienta en el banco de piedra. Al sol dorado de la tarde. Están adorables. Ella es adorable. Él no tanto. Ya no pasa nada más que el regional dos veces al día, pero por la zona va mucha gente a correr y personas a andar. ¿De verdad piensa que…? ¿Ella? No. No me lo creo…   

05 enero 2018

Este Jueves: Relato. Un giro inesperado

En la primera convocatoria del año, nos invita Pepe a escribir un relato con giro inesperado. Pues ahí va mi aportación y, desde el diario del bufón mis mejores deseos para este año que comienza...que los hados nos sean favorables.

¿Seguro que es por aquí, papá?

Seguro. Tranquilos, que papá sabe por dónde va.

Pero es que este camino cada vez se aleja más de la playa. Cada vez el mar se ve más lejos y nos estamos asando en el coche.

Sí. Hace mucho calor.

Tranquilos, chicos que ahora tiene que salir por aquí un camino a la derecha que nos llevará derechitos a la playa, ¿veis?

La mirada de mamá que sabía que estábamos perdidos. El camino que salía a la derecha que era un auténtico pedregal. Las ruedas del coche que dejan de tocar el suelo. Los gritos. Las manos que se agarran donde pueden. Muecas petrificadas.


El silencio. Una cigarra que retoma su canto seco de verano.