27 marzo 2007

Día Mundial del Teatro

Ya tiene Don Ramón colocada su bufanda blanca en el paseo de Recoletos de Madrid, como todos los años. Hoy es el día mundial del teatro, que es como decir que es el día mundial de la vida. Porque el teatro no es, sino poner un espejo a la vida y subirla a las tablas de un escenario. Es la realidad, otra realidad, arte en directo y con la palabra.
Anoche se recorrían en Madrid los escenarios de Luces de Bohemia, por donde pasa Max Estrella: el callejón del gato, la cueva de Zaratrusta, la chocolatería de San Ginés...hoy, yo sigo el recorrido, desde la amanecida y despertar matritenses, y vuelvo a reivindicar la genialidad de las letras de Ramón María del Valle Inclán, su teatro, sus esperpentos...¡va por usted, cráneo privilegiado!.

20 marzo 2007

El perro muerto

Ya habíamos terminado las clases. Eran los últimos días de junio; justo antes de que cada uno de nosotros abandonáramos la ciudad para pasar dos largos meses en la playa, en los que nos daría tiempo incluso para aburrirnos. Dani, Juan y yo, salíamos bien temprano, cuando el sol aún no calentaba en exceso el asfalto y la humedad aún dejaba respirar a todo bicho viviente. Jugábamos un rato al fútbol, hacíamos un poco el gamberro por el centro y, después, a eso de las doce íbamos allá. El calor para entonces ya era isoportable sin una sombra, un buen aire acondicionado o un buen baño. La piscina municipal era demasiado cara y, además nuestras madres no nos dejaban ir si no era acompañados de un adulto. Y ninguno quería venir con nosotros; ya se sabe, absurdas ocupaciones de mayores. Así pues, nos íbamos por los carriles a aquel chorro de agua que desembocaba limpia y fresca en el río, junto a la vieja fabrica que no ha mucho había dado en suspensión de pagos. Allí, nos quedábamos como nuestra madre nos trajo al mundo para bañarnos, en agua limpia, junto a la sucia y verdosa corriente que era el río por entonces. A un lado los frutales ansiosos de verano; arriba el sol inclemente; de frente el borboteo del chorro fresco.
Recuerdo aquella mañana en que vimos, junto a unos matorrales, una gran cantidad de moscas. Había un fuerte hedor, olía a podrido. Nos vestimos y acercamos al sitio de donde manaba el olor. Espantamos a las moscas con unos manotazos y vimos una informe masa negra de pelo y sangre. El perro estaba muerto. Yacía con dos fuertes golpes y una masa gelatinosa amarilla goteaba por uno de sus ojos. Lo tocamos con un palo, varias veces. Nos quedamos mirando un buen rato. Inerte. Nos fuimos de allí sin decirnos palabra en el camino de vuelta. Al día siguiente nos iríamos cada uno a "su playa", al alegre veraneo familiar. El día de antes habíamos tenido un pequeño despertar.

13 marzo 2007

Un cuadro

Marina tiene los ojos enormes y sonrientes, color miel; tiene las pestañas largas como esas insinceras modelos que anuncian mascarillas, pero sin trucos. Marina tiene la sonrisa en la boca y come una densa papilla de pollo con verduras.
Manolo está apesadumbrado porque el médico le ha recomendado no comer grasa y, delante durante la comida, tiene una enorme bandeja de chorizos. Come rápido y se va a la viña. Se ha vuelto a dejar las pastillas.
La madre que está hiperactiva por la comida, por la niña, por todos los hijos, se extraña de que alguna de sus hijas esté a dieta y limite su ingesta:"antes no teníamos comida y, ahora que tenéis toda la comida del mundo no queréis comer para no engordar..." Están todos.
Se hace el arroz al fuego del hogar. Crepita al fondo, naranja, un ceporro seco. Este arde especialmente bien. Hay vino y al final rosquillos de limón. En la cocinilla se está caliente, a gustito, bien.
¿Qué se dice cuando alguien te abre así las puertas de su casa?. Pues nada más que agradecerlo y, como pedantemente se dice, quedar a la reciproca.

08 marzo 2007

El Tributo


Al atardecer comenzaba todo, pequeñas rachas jugaban con la hojarasca y la hacía danzar en una especie de mágico aquelarre polvoriento. Caía el sol y se difuminaba el horizonte, nublada la visión por las nubes de tierra y los remolinos que se formaban a cada soplo. Yo recuerdo a mi abuela mandándonos a la habitación de arriba, la más alta de la casa, a mi hermana y a mi. Cuando fuí un poco mayor me asomé al ventanuco. Las ancianas recogíanse las negras rebecas y vestimentas para que el viento no las volara. En bruna procesión marchaban a la hornacina del Santo que había en las viviendas de la RENFE, esas que tenían grises las, otrora amarillas fachadas. El Santo, iluminado por una mínima luz que lo hace casi humano, espera sus oraciones. A lo lejos, el silbo de este mefítico viento, anuncia la exigencia del tributo; como cada día siete, del mes trece, de algún año impar desde no se sabe qué tiempos ancestrales, en que alguien prometió su pago a cambio de alguna prebenda que, ya tampoco, nadie recuerda. Se arremolinan todas las viejas, frente a la hornacina y comienza el suave bisbiseo de las oraciones, para que este año o algún año toda esta maldición acabe o, como mucho, silbe, gruña, ruja o brame ese soplo de luzbel, pero pase de largo y no se cobre, no recoja nada en ese pueblo.

01 marzo 2007

Anuncio


Con la fuerza que da la vida, anuncian los primeros calores y las frescas tardes que la primavera ya ha llegado a algunos sitios. Podemos comenzar a desentumecer los músculos, a desperezarnos del frío del invierno; comienzan a inundar la ciudad los olores y los colores de la nueva estación sonriente.
Foto: Ana María Morales.