17 noviembre 2008

Zalacaín

El barniz de las mesas andaba oscurecido ya de tanto café, tantos mojitos y tantas lágrimas derramados. Las paredes amarillentas del humo de mil batallas; las que contában los estudiantes de Derecho arreglando el mundo, los estudiantes de Hispánicas criticando las historias leídas o al catedrático Polo (vulgar reyezuelo de taifa en una universidad de provincias)...también del humo de todos los tipos de tabaco que se fumaba en esa insigne aula de la vida. Allí íbamos, ¿recuerdas? a los recitales de poesía Ardentísima, tristemente fenecido y abandonado, como unos versos manuscritos que se lleva el viento o como los silencios de una bella mujer discreta.

Allí, nos reunimos después de 25 años, en torno a una mesa, los viejos amigos:escritores de una generación perdida, economistas sin marco y circunstancias que explicar ni comprender, abogados leales y honrados sin causas que complicar, filósofos muy apegados a la realidad...y allí formamos de nuevo, nuestra vieja tertulia de barricada pequeño-burguesa, recordamos aquella magnífica efímera revista de la que publicamos dos o tres números y, nuevamente, arreglamos un mundo, muy seguro, muy distinto al que tratábamos de arreglar de jovenes y, ahora, absolutamente irreconocible; por un momento y, en esa noche, volví a sacar mi cuaderno marrón de notas, por si acaso saltaba alguna chispa digna de ser apuntada...no recuerdo si sucedió.

1 comentario:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

La vida nos pone del revés pero algo queda, aunque sea la añoranza de un tiempo pasado cuando la juventud insuflaba vigor a las piernas y arrojo a los ideales.

Me encantó.

Un fuerte abrazo.