Si Rocío hubiera tenido una doble, seguro que sería como la señorita que iba en el tren sentada a mi derecha. Hubiera sido post-moderna de los años 80, en la primera década de los años 2 mil. Llevaría unas medias de malla rotas, que asomarían por debajo de unos leggins negros. Llevaría las uñas muy, muy largas, pintadas de un color morado gótico, el mismo que usaba desde hacía veinte años. Llevaría el corte de pelo asimétrico, lacio por un lado y rapado por el otro. Hubiera escuchado a grupos de rock o punk rock y, ahora, en este preciso instante, iría acompañando a un buen amigo y amante suyo y de otro compañero de viaje sentado en el número 36 (más a la derecha según se mira), al aeropuerto de Munich a coger el último vuelo de la mañana hacia España. No se había fijado hasta ese precioso instante en el tren, pero, el compañero de la doble de Rocío, tiene un enorme parecido con un Christopher Reeve enjuto, demacrado y, también postmoderno. Seguramente será la última vez que se vean.Y justo cuando el tren estuviera arribando al subsuelo del aeropuerto, beberían los tres unas latas de Jack Daniel´s con cola, por los buenos momentos y por los malos (de los que más aprendieron); las últimas antes de difuminarse en el tiempo y en las colas de gente que parte hacia todos los sitios posibles e imposibles.
Pero Rocío, estaba en casa, a la vuelta como siempre, con la cena preparada, con las dos niñas en el regazo, con la melodía de un juego del verano que ponen en la tele martilleándole en la cabeza; en su casa de pueblo, de pueblo de provincias, de cualquier país alejado de este.
3 comentarios:
Siempre es un placer viajar con sus letras.
Un fuerte abrazo.
Me encanta el juego que da el "Si...". Yo siempre dispuesta a acompañarte :) Un besote
Pues no se crea que parte de realidad podría tener...jejeje...
Una tarde con un café se lo cuento...
Besos
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