08 febrero 2012

Motown Records

Verdaderamente la confesión no tiene la más mínima importancia, la hice en la penúltima edición de los Grammy (esa decadente mezcla de histrionismo y pop sin instrumentos) y el revuelo que se armó fue muy gordo, aunque no era para tanto o para nada. Además, los periodistas, amasadores de realidad, llevaron mis palabras mucho más allá de lo que realmente decían. Cuando dije que Stevie Wonder no tocaba el piano en ninguna de sus actuaciones públicas en televisión, no insinué que no lo tocara nunca, sino que en sus actuaciones en televisión, desde que el mundo es mundo, no tocaba el piano. Pero el resto sí que era en directo. Los demás sí que tocábamos. Él por el contrario, se limitaba a cantar y hacer como que tocaba, pero los teclados no sonaban; o no estaban conectados, los eléctricos; o pedía expresamente que no le pusieran micrófono al piano para que ni una mota de sonido saliera de sus dedos durante la actuación. 
Esto no quiere decir, como en el Daily Post llegué a leer, que fuera un farsante. En el estudio de la Motown Records, lo podías encontrar siempre delante de un piano o un teclado arrancándole quejidos antes de los ensayos y las grabaciones. De una simple nota, era capaz de hilar toda una canción que, si se daba bien, podíamos grabar esa misma mañana. Vaya si tocaba. Además, durante los ensayos, cuando giraba la cabeza era para comprobar que el bajo sonaba perfectamente como él lo imaginaba; que las guitarras gritaban con la coquetería soul de una mujer sureña y que los metales (sobre todo trompetas) olían a New Orleans y sonaban a su bourbon. Todo tenía que ser puro, como en su cabeza. Y como lo pensaba, lo grababa, con la perfección de sonido del batir de las alas de una mariposa, con la perfección del viento entre los pinos o la respiración de un bebé...

2 comentarios:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Sin vetos, ni autocensuras, viva la imaginación. Magnífico y extrañamente divertido y jocoso.


Un abrazo.

Max Estrella dijo...

A ver si le dejo el libro de Trépano porque me gustó la libertad creativa absoluta del autor...es procurador, también se entiende... ;)
Un fuerte abrazo