En
la época de las brujas en el pueblo no se podía concebir porque, se decía,
dependiendo del tiempo, el nacimiento no se llevaba a cabo o el bebé nacía
malparido. No era nada científico, pero durante este periodo, todas las
embarazadas que había en el pueblo, pasaban por la parroquia, cuando tenía
lugar el septenario por las fiestas de la Patrona, para rezarle y que no se les
yermase la madre. Aunque, oficialmente, la misa del martes de las fiestas, a
las seis de la tarde, fuese para la ofrenda de los niños y las familias. Alguna
vez también intuí yo que pasaba por mi casa alguna mujer. Y digo intuí, porque
en plena canícula en el verano, a esas horas del mediodía yo tenía que estar
durmiendo la siesta, pero como pasaban por la corrala a la habitación del
fondo, muchas veces no podía evitar oír los susurros y los pasos quedos. Y
muchas veces, me deslizaba del camastro, atravesaba el patio y me asomaba al
ventanuco, desde donde podía observar sin ser visto. La mujer que estaba
embarazada o creía estarlo, se desnudaba por completo y se tumbaba boca arriba
en un viejo colchón de lana que, cuando no estaba para estos usos hacía las
veces de cama de “invitados”. En la
habitación había una zafra de la que se cogía un poco de aceite y se untaba la
barriga de la mujer; después con el dedo y el aceite y sobre la barriga se
hacían determinados símbolos y se recitaban unas oraciones que nunca alcancé a
escuchar; tras ello se colocaba encima del aceite una ramita de olivo y una
espiga de trigo formando una cruz de San Andrés; se volvía a rezar algo; por
último se retiraban las ramas y se limpiaba la barriga con agua, que se recogía
en un cacharro junto con el aceite que llevara. “Este cacharro con el agua y el aceite lo conservas, en él metes la rama
de olivo y la espiga y lo tienes hasta que se sequen; pero fuera de casa, no
debe por nada del mundo entrar en tu casa…una vez secas lo quemas todo donde
sea…” Yo me volvía a la cama para no ser descubierto y, ya desde la ventana
de mi habitación, veía salir a la chica con su bolso de esparto para llevar el
tratamiento y la tranquilidad en las entrañas…en esa hora de la tarde en la que
no pasa nada, se paran los relojes y, a lo sumo, algún gato camina cansinamente
por algún tejado en busca de una sombra que le preste acogimiento.
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