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17 diciembre 2020

Este Jueves, relato: Dulces



Este jueves nos invita María José Moreno en su Lugar de encuentro a hablar de dulces. Ahí dejo lo que he pergeñado. 

El chirrido del muelle del pomo despertó a la madre que dormitaba en la cama después de la toma. Asomaba un pecho por encima del camisón de puntitos amarillos. La abuela asomó la cabeza por el hueco de la puerta. Llevaba el pelo cardado y tintado de peluquería y una bandeja mal envuelta con servilletas. Una pirámide de pastas a punto de desparramarse asomaba por los huecos del papel.

   Os he traído unas pastas de almendra caseras. Están recién hechas. —

Apartó una botella de plástico con agua y las dejó sobre la mesa junto a la cama. El olor de las pastas se mezcló con el dulzón de las cremitas y ungüentos de los gemelos que dormían junto a su madre. Llevábamos años sin ver a la abuela. Por lo que parecía, seguía haciendo todo tipo de dulces y pasteles en cualquier época del año.

Se acercó y cogió a uno de los bebés. Yo di un respingo en el sillón. Hundió la nariz en el cuello del niño. Le besaba los bracitos, los pequeños muslos. Uno a uno fue chupando los deditos de los pies. Sus labios fofos buscaban los mofletes de los niños y demoraba los besos en la barbilla.  

   ¡Qué gorditos! Y ¡Qué encarnaditos! ¡Están para comérselos! —

                  

 

 

12 septiembre 2020

Este Jueves, relato: Monstruos

 Este jueves, nos invita Neogeminis a escribir sobre monstruos. El tema da para mucho más y como tenía gana de ensayar un poco, ahí va mi aportación tardía. 

Cuando entrabas al bar a veces podías ver a alguno de los pequeños que corría a esconderse tras las cortinas de canutillos que daban paso a la cocina al fondo. Se escabullían dentro dejando sobre la mesa los restos de lo que estuvieran haciendo, un juego de dados, una baraja de cartas, los despojos adheridos a la madera de alguna pieza que limpiaban.

Eran cinco hermanos. Todos niños. Todos pequeños. En la escuela no duraron porque los niños mayores pronto comenzaron a lanzarles cosas, mientras que a los alumnos pequeños les daban miedo. Sobre todo cuando el mayor de los cinco, enseñaba esos pequeños dientes puntiagudos que tenía. Al segundo le faltaban dos y tenía un bulto en la nariz. El tercero tenía cuatro dedos en la mano derecha. Perdió el índice al nacer y el dedo pulgar, muy largo, era una tenaza de carne inútil. No lo dejaron aprender a escribir con la mano izquierda. Estaba enamorado en secreto de Mariquilla que una vez en el recreo se había dejado rastrillar el pelo con esas cuatro púas huesudas. Sus padres al saberlo, le dieron a la niña un bofetón nada más llegar a casa y se fueron a ver al cura. El cuarto no salía del bar porque apenas podía andar. No sé porqué. Y a veces, gritaba tanto desde dentro que los alaridos se oían en la calle y en todo el pueblo. Del quinto no se decía nada. La gente sabía que había nacido porque lo había dicho el médico que asistió al parto.

Yo solía llegar a medio día y dejaba encima de la barra la caja con la caza del día. Unos días había conejos, otro codornices o perdices. El golpe seco hacía que volvieran a asomarse. Su padre tenía un ojo pareciera que iba a salírsele de la órbita, soltaba un billete y unas monedas sobre la barra y hacía un gesto con la cabeza hacia la puerta del bar. Era la hora de comer. 


25 junio 2020

Este Jueves, relato: Mudanzas


Este jueves nos invita Molí del Canyer a hablar de mudanzas y aprovechando que hoy precisamente mi blog cumple 15 AÑOS, que mejor manera de celebrar aniversario y cumpleblog que participando en una convocatoria juevera, con esto:


Cambiaba de pareja aproximadamente cada primavera.

Todo empezaba con cambios de humor e irritabilidad por cualquier cosa. Me molestaba un vaso fuera de sitio después de haber sido utilizado, un tenedor en el compartimento dedicado a las cucharas, la ropa sucia en el cacharro un martes o un grado más en el termómetro que teníamos en el salón y que nos trajimos un verano de Jávea. Estuve en Jávea y me acordé de ti. Tenía forma de faro y me dijiste de broma que serviría para tomar la temperatura de nuestra relación. Pues en esa primavera, también me molestaban sus tonos azules pastel y, hasta la forma de falo que tenía.  

Otras primaveras y en otras casas, me molestaron los ceniceros en la mesa de centro, la colonia de Anaïs que usaba Marta, o la manera de comer los mejillones que tenía Elvira o Viru, como me decía que la llamara porque también me contaba que era bruja y así sonaba mejor.

Tras la irritabilidad comenzaba la descamación. Primero en los dedos de las manos, después en los brazos y piernas y poco a poco, una eccema enorme y rojizo se iba extendiendo por todo el cuerpo. Al principio acompañaba a mis parejas al dermatólogo. Con el tiempo pasaba por la farmacia y con recetas no caducadas, me compraba yo mismo las pomadas y ungüentos de la marca Isdin con que intentaban solucionarlo todo.

Luego llegaba una noche, sobre mediados de abril, en que mudaba toda la piel. Siempre por la noche. Las primeras veces me quedaba hasta por la mañana. Marta gritó y echó a patadas a ese desconocido que estaba en su cama. María se desmayó y aproveché para irme. Viru me dijo que había visto mi yo interior pero que no era la persona de la que se había enamorado.

Así que cuando yo sabía que iba a ocurrir la mudanza, metía todo en mis maletas y marchaba sin hacer ruido dejando en la cama la funda vacía, un yo seco.

Es cierto pero toda mi vida cabe ahora en dos maletas, como mucho.



10 abril 2020

Este Jueves, relato: Señales mal entendidas

Este jueves, santo, de confinamiento y extraño como los tiempos que estamos viviendo, nos invita Dorotea a hablar de Señales mal entendidas. Pues ahí mando una cosilla que se me ha ocurrido para matar tiempo y aburrimiento.


Una de las cosas buenas de todo esto es el rojo satén y el acolchadito interior. He tenido que redecorar la casa y comprarme un ataúd. En el salón que tenía los muebles de estilo colonial, los he tenido que cambiar por otros de estilo gótico, porque ¿dónde se ha visto el ataúd de un vampiro rodeado de muebles  caoba, mecedoras con trenzado de madera, sillones de torneadas patas y aparadores como traídos de Oriente, África o el Caribe? Todo vendido por Wallapop. He podido sacar un buen precio y comprar ataúd, velones negros y me ha sobrado para cambiar la ventana. He quitado la que tenía de doble hoja con persiana y he puesto un arco ojival con vidriera. El estilo de un vampiro que se precie, es el gótico. Moderno, flamígero, churrigueresco, pero gótico. Ese estilo highschool americano de las sagas que se ve por ahí, es una modernez in-a-su-mi-ble.

Ahora tampoco soporto el ajo, con lo que antes me gustaba en ensalada con un buen tomate raf, o para todos los sofritos, o el alioli para un arroz a banda o caldero.

Y he quitado los espejos, ¿para qué? Aunque me gustaba pintarme la raya del ojo, o un poco de gloss en los labios antes de salir. Como aquella noche.

Me recogió en la puerta de casa y fuimos a cenar a “El Chuletero” un sitio especializado en carnes. Él apenas probó nada. Eso sí, estuvo durante toda la cena levantándose para ir al baño. O eso decía. Hablamos, reímos y bebimos mucho vino. Tanto, que a mí no me apeteció ir a tomar una copa después. Le pedí que me acompañara a casa y, si quería, lo podría invitar a un café, pero a nada más. No debió entender. Entramos a casa, dejamos los abrigos y fui a la cocina. Estaba preparando el café y, cuando me desanudé el pañuelo de seda que llevaba al cuello, se abalanzó sobre mí y me dio un apasionado mordisco en plena yugular. Al principio me excitó, aunque más tarde me desvanecí. Luego me confesaría que no pudo evitarlo. Ese cuello tan blanco, tan libre. No era pasión, no era yo. Era hambre.


25 enero 2020

Este Jueves, Relato: ¿Qué tengo en el bolsillo?

Ya no sé la de tiempo que llevo sin participar en los jueves, pero alguna vez tenía que ser y, esta semana que he tenido un poco más de tiempo, he decidido lanzarme y comenzar este 2020 bloguero. Y lo hago participando en el reto que propone La Bitácora de Mar. Ahí vamos. 

Esta mañana he visto que había llovido cuando he ido a coger el gabán. Había llovido mucho. He metido la mano con preocupación en el bolsillo derecho y no he tocado nada. Únicamente humedad. En seguida he pensado lo peor: la lluvia se lo ha llevado todo por delante. Pero no. He tocado el bolsillo izquierdo y he notado las puntitas de las antenas de los edificios. He tocado las dos torres más altas de la ciudad y la de la antena de televisión que se inauguró para los juegos olímpicos. He mirado y he visto el bullicio de todos los días, los coches, la gente que se apresura a llevar a los niños al colegio, los panaderos repartiendo su felicidad en forma de barras o panes gallegos. Todo. Todo había sido trasladado en previsión de las inundaciones. Incluso el centro social y la residencia de ancianos, con lo que cuesta eso y lo desubicados que se encuentran los pobres cuando los sacas de la comodidad de su sillón o su salón. Todo parecía estar en su sitio. Comienza un nuevo día y respiro aliviado.

05 octubre 2019

Este Jueves, Relato: La espera


Esta semana nos invita Molí del Canyer a hablar sobre la espera. Y se me ha ocurrido esto...


Se quedó toda la noche con los ojos abiertos. Romanos 8:25. Mirando al techo. Como tantas otras veces, pero sin Pepe encima. No le había dicho nada. Y aunque le hubiera dicho. Estaría roncando a su lado como ahora mismo. Miqueas 7:7. ¿Por qué se le había acercado ese hombre? No había visto que fuera a dejar al niño a la puerta del colegio como otras madres a esa hora. Tampoco se había fijado por dónde había venido. Entre el jaleo no lo había visto aparecer a su lado.
En realidad había sido muy correcto. Pero muy firme. De esas personas que dan la impresión de saber de lo que hablan. Había cogido la revista que le había ofrecido mi compañero. La había mirado un segundo y enroscado. De noche no se recuerdan las cosas como son. No recuerda que sonriera. ¿O tal vez sí? ¿Una sonrisa maliciosa?. Quizá justo después de susurrarle. No esperéis el cielo con anhelo, ni deseéis el infierno para el malvado. No hay más cielo, ni más infierno que este. Se dio media vuelta y se alejó despacio.
Un escalofrío le había recorrido la espalda. Romanos 8:24, Romanos 15:4…estaba amaneciendo. Se levantó en silencio. Se asomó a la habitación del niño. Su respiración era feliz y acompasada.
Pero hasta el sol, era ya distinto.

24 febrero 2019

Je Táime...moi non plus: Cierre de convocatoria

Bueno, pues ha llegado el momento de dar por terminada esta convocatoria. Espero que les haya gustado. Yo por mi parte he disfrutado muchísimo viendo la variedad de historias y de temas que ha desencadenado una canción, sensualidad, amor, humor. Ha sido todo un placer conducirles en este jueves y espero que nos podamos ver en los próximos.

Ahora paso el testigo a Ame, que a lo largo del día publicará su convocatoria. 

Repito, muchas gracias y nos vemos en las letras.

Besos y abrazos.

18 febrero 2019

Convocatoria para el día 21 de febrero

En primer lugar he de pedirles disculpas por el retraso en la convocatoria. Pero en cualquier caso ahí va.

En estos días hemos celebrado el día de San Valentín, los almendros están en flor y a estos lares está llegando la primavera. Y, precisamente se cumplen 50 años de la publicación de este pedazo de tema cuyo título y enlace les pongo al final. La historia es muy curiosa porque estuvo vetado en medio mundo y luego se ha convertido en una de las más famosas y versionadas del planeta. 

Pero aparte de eso, la historia del autor Serge Gainsbourg es de lo más curiosa, al igual que la de Jane Birkin, hasta el punto de que esta última inspiró un bolso de Hermés que lleva su nombre. 

Y sobre eso va la convocatoria de esta semana. De lo que les inspire esta canción, ese París que aparece en las imágenes y que también era el de Cortázar y García Márquez y Sartre y de Marguerite Duras, y de la pareja formada por Gainsbourg y Birkin...Deseo que les guste y ¡¡Les espero!! Con los tiempos y las normas de siempre...

Je t'aime... moi non plus 



01 febrero 2019

Este Jueves Relato: Cocinillas

En la convocatoria de esta semana nos invita Mar  a hablar de lo "cocinillas" que somos. Reconozco que me salto un poco el tema de la convocatoria con la historia que relato. Espero sepan perdonarme. También porque publico el viernes y casi no llego...En fin, ahí va. ¡Buen provecho!


El mundo de ahí fuera es un sitio hostil. No aquí en mi cocina. No cuando hago esas maravillosas magdalenas que llenan de un olor dulzón y dorado toda la casa. ¡Y tan esponjosas! Muchas veces cuando las termino, las arrimo y las estrujo contra mi cara cuando aún están calientes. Me como alguna y el resto las tiro. Con el pan hago lo mismo. Me acabo de comprar una panificadora en la web del Lidl. Y lo hago de todo tipo, integral, de espelta, sobado. He aprendido a hacer pastelitos de Belém, todo tipo de cremas pasteleras y dulces. Masas brisa, y con todo tipo de galletas y mantequillas. Roscones de Reyes. Al principio me salían duros y había que tirarlos, pero a base de insistir.
Con el resto de la comida me ha pasado lo mismo. Hago las más espectaculares recetas y los más tradicionales guisos. Ya he logrado que el cocido me salga como el de mi abuela, las gachas y las judías con chorizo como las de mi madre. Ahora he encargado por internet un sifón de nitrógeno para las espumas y una pequeña televisión para tenerla como acompañamiento mientras cocino. Cuando estoy muy cansada, bajo el volumen al tres, apoyo la cabeza en el frutero y me quedo dormida.  
Por las mañanas hago los platos más complicados porque estoy llena de energía y para la noche dejo que vayan pochando a fuego lento las legumbres y carnes más jugosas. Las quito al amanecer, al rato de despertar y justo antes de que llegue el pedido que hago a diario al supermercado del barrio. El chico ya me conoce y lo suele traer a las diez. A esa hora muchos días ya le tengo preparados unos túpers para que coman él y su madre. La puerta de casa está junto a la cocina y, hasta ahí puedo salir. Como al baño que también está en la planta baja. A veces el gato se mete conmigo y estamos juntos. Otras veces cuando estoy durmiendo se mete en la cocina al olor de la comida, aunque lo tiene prohibido.    

05 enero 2019

Este Jueves, Relato: El futuro en números


Comenzamos año, así que, desde aquí, lo primero es felicitarnos y felicitarles por ello. Espero que los hados les sean propicios en todos los sentidos. 

Y para empezar el año nos invita Cass a jugar con el futuro y con los números, con todo el significado y todo lo que implica eso. Pues bien, ahí va mi primera aportación del año. Espero que sean muchas más, a ver lo que da de sí el caletre. ¡Salud!

Fue al ver cómo una mariposa se colaba por una ventana de una de esas casas señoriales de la capital, cuando supe que mi destino estaba fuera de este lugar. Con el semáforo en rojo, conté desde el coche: era la tercera ventana de la izquierda, del número 3 de la Calle Serrano.

De camino a casa, iba en silencio. Pensaba en la mariposa. Seguramente entraría por un amplio salón. Se posaría dulce sobre una lámpara de araña que la señora habría comprado en un anticuario. Sus brazos serían su cobijo leve durante unos segundos. Si en uno de esos vuelos la viera la chica de la limpieza, abriría de par en par los ventanales para echarla de la casa. Pero si por un casual, la vieran los niños, tendría que volar por el largo pasillo, quizá colarse en la cocina o en alguno de los dormitorios o en la biblioteca, donde en sus altas estanterías no la alcanzarían los chicos. El chico querría cazarla para investigarla. No así la niña, que le diría a mamá que la cogiera para dejarla volar libre. La imaginaba, con sus vuelos cortos buscando un lugar que fuera definitivo para quedarse.

Anochecía cuando llegamos a casa. Estábamos cansados y nos tiramos en el sofá. No había nada en la televisión y Ana iba saltando los canales de tres en tres. Vayámonos, le dije. Haz una maleta y cojamos el primer vuelo que salga lejos, muy lejos. Tres de la mañana: Montevideo. Nos vale, ¿no? Sí, me contestó Ana.

Compramos los billetes, cogimos todo rápido, con la urgencia casi animal que dan los augurios por cumplir. Nos sonreímos mientras volaban por la habitación las prendas que nos íbamos a llevar. Cerramos rápido la puerta y notamos la corriente tibia de lo que dejábamos atrás.  

Era medio día cuando llegamos a Uruguay. Era primavera. Habíamos cogido desde Madrid un Airbnb en el Bulevar Aparicio Saravia para los primeros días. Luego ya buscaríamos todo, diríamos todo, en pequeños vuelos de tres segundos, como las mariposas.  

06 octubre 2018

Este Jueves Relato: Ritos iniciáticos

Este jueves nos invitaba Juan Carlos a hablar sobre ritos iniciáticos. Y aunque sea sábado y no sé si llego a tiempo...ahí va mi participación.




Mamá decía que la tía Carmen nunca había andado muy cristiana de la cabeza y que solo a ella se le ocurría salir a andar por los bosques a por grelos y berzas durante la semana santa. Y claro que traía grelos y berzas para los guisos. Pero también otras yerbas que escondía en el bolso de mimbre y nunca nadie veía. Y en viernes santo, salía y ya no regresaba en todo el santo día. Yo la esperaba despierta y, cuando se acercaba a mi cama a darme un beso, le preguntaba. Cuando seas mayor, mi niña, que tú tienes el don, me decía.

Y es que con el tiempo me dejó que la fuese acompañando a las visitas. No paraba de hablar durante el trayecto y me contaba que las oraciones se enseñan en viernes santo porque en otro momento no funcionan. Y las visitas han de hacerse en viernes santo para que hagan efecto. Y cada día yo me pasaba por su habitación. Tenía miles de frascos de muchos colores y yerbas. Algunos tenían nombre de santo: cruz de San Andrés para que no se yerme la madre, me explicaba; de San Gil para reponer virgos, bálsamo de Santa Quiteria, ungüento de Santa Marina…más santas que santos, me decía, para que te acuerdes bien de lo que te espera, niña, que las santas somos nosotras. Y me daba un pellizco. Para que despiertes.

Aun recuerdo el dolor de los pellizcos en el brazo y que cada vez que pasábamos por un cruceiro se escupía en la mano y tocaba su base. Yo lo sigo haciendo, y me santiguo. Ya se sabe, por eso de las ánimas, que también me enseñó.

A las ánimas benditas no te pese hacer el bien, que dios sabe si mañana serás ánima tú también…y seguíamos el camino.

28 septiembre 2018

Este Jueves, Relato: Línea 20

Esta semana, nos invita Mag a un juego literario. Coger una página al azar de un libro e incluir en nuestro relato la frase que figure en la línea 20...si lo he entendido bien.

Yo estoy leyendo ahora el libro de Ana María Matute "Algunos Muchachos y otros Cuentos" Biblioteca Básica Salvat, colección RTV.

Pues bien, en la página 112 y dentro del cuento La Ronda, es donde el azar me ha encontrado. Subrayo la frase que aparece en ese lugar dentro de mi relato. Espero que os guste.


¡Si supieras, si supieras ya como me están envenenando tus palabras! Creo que nunca quise escucharte. Y tus palabras saltaban a mi boca, se podían masticar y tenían un sabor amargo. Eran como besar algo muerto y créeme, recuerdo bien ese sabor. Yo quería también hablar pero tu mano encima me lo impedía. Y sentía como temblaba todo. El armario, la cómoda blanca del fondo de la habitación y la lámpara del techo, se movían y se hacían borrosas. Se filtraba una luz que cortaba a través de la persiana bajada. Chirriaba la cama a nuestro compás. Tus palabras eran ya apenas unos gruñidos pero seguían salpicándome, y manchaban, y dolían. Me iba faltando el oxígeno y cerré los ojos. Tú no callabas pero estaba dejando de escucharte, estabas cada vez más lejos y llena de tu veneno, me llegó. Y suspiré. Y sonreí.  




25 mayo 2018

Este Jueves, Relato: El premio

Nos invita Juan Carlos esta semana desde su blog a hablar de "premios". Propone el famoso juego de un relato inacabado de Chejov, pero como yo ya tenía hecho ese ejercicio, he cambiado mi participación y aquí la dejo. Si ustedes gustan.


Estoy en la última fase para conseguir el gran premio. Había ido superando una prueba tras otra de la mejor manera posible. Destrozar algo del mobiliario público de la ciudad donde vives. Relativamente fácil. Me cargué el cristal de una marquesina de una parada de autobús. Selfie. El cris, cris de los cristales en millones de pedazos me pareció un espectáculo bellísimo. Aunque me hice un corte. Nada grave. De aquella noche, recuerdo el sabor ferroso de la sangre de la herida y un pájaro nocturno que de rama en rama me fue acompañando hasta casa.

El siguiente sobre con instrucciones apareció puntual en el buzón al lunes siguiente. Segunda prueba. Una semana de plazo. Misma mecánica. Tras hacerla había que subir una prueba en una página de la organización. Elemento purificador: el fuego. Quemar. Bueno, habría que esperar a un sábado por la noche y bien un coche o una de las naves del polígono arderían con facilidad. Así fue. Un coche. En pleno centro. Y el amarillo fatuo que iluminó la noche por un momento. Selfie. Red. Un tic verde en la página web, marcaba mis progresos.  

Tercera prueba. Llegó también en un sobre lacrado. Se llamaba el dominio de la carne, el poder de la carne o algo así y decía literalmente que para superarla había que cargarse a alguien. Esta era un poco más complicada. Creo que buscaría un edificio con ascensor y esperaría a alguien dentro de la cabina. Arma blanca y al abrirse las puertas culminaría con lo exigido por el concurso. De noche. Alguien que llegue del turno de noche, sin ganas de resistirse o tan hastiado de la vida como para dejarse hacer y que yo pueda ganar. Ganar. ¡Qué palabra tan bonita! ¡Cuánto poder! Y luego la parte burocrática: selfie, prueba y a esperar el premio si soy el ganador. Espero serlo, estoy ilusionado.  


23 marzo 2018

Este Jueves, Relato: Juegos y Juguetes

Esta semana nos invita Dorotea a jugar en su convocatoria, así que ahí va mi participación...






Al final todos acaban rompiéndose. A uno que se le sale un brazo. A otro que se le rompe una pierna. Se les ensucia la cara y se le enmarañan los pelos hasta parecer estropajos. Y termino aburriéndome de jugar con ellos.

Al principio era divertido, por la novedad, supongo. Y porque hay algunos muy bonitos, como nuevos, apenas sin usar. Además antes duraban más. Eran mejores, ahora apenas hay alguno que balbucea un poco, o que llora o echa salivita por la boca que luego hay que limpiarle. Y darles de comer y beber. Todo un incordio.

Luego está dónde los guardas cuando ya no te sirven o están totalmente rotos. Cuando tienes una casa grande, vale, pero cuando no, ¿qué haces con ellos?

Dicen que una persona se hace mayor cuando deja de jugar, pues bien, yo creo que he alcanzado ese punto. Ya no me gusta jugar. Me aburre jugar ya. Me hago mayor. Ley de vida, dicen también. Puede ser. Todo puede ser.

25 febrero 2018

Este Jueves, Relato: Cuaresma. Cierre de Convocatoria

Pues ha llegado el domingo de cierre. Nada más me queda agradecer a los jueveros participantes y lectores, su generosidad al haber aceptado el reto de participar con un tema que, quizás, era complicado. Pero bueno, somos escritores, ¿verdad? Ha sido un placer coordinar este jueves. Ahora paso los trastos a Ainoa Bravo Rodríguez para el próximo jueves. 
¡Nos vemos en las letras!

Este Jueves, Relato: Cuaresma

Pues con esto de ser coordinador, me permito una pequeña licencia y es la de colgar mi colaboración la última y un poco tarde, pero es que he andado bastante escaso de tiempo. Espero sepan disculparme. Ahí va.

Me llamo Cuaresma. Debo mi nombre a la religiosidad de mis padres. Debí nacer en esa época antes de la Semana Santa. No estoy bautizado porque en M. durante la cuaresma no se hacían ceremonias. No había bodas ni bautizos. Entierros supongo que sí. Solo había una misa al día. La de las ocho de la tarde y no la anunciaba la campana de la iglesia, sino que pasaba por las calles una comitiva de ancianas de luto con una carraca y a su paso, iban saliendo los vecinos y se unían a este fúnebre cortejo. Desde la ventana de la sala, apagábamos la luz y mirábamos por la ventana alumbrados solo por el cabo de una vela detrás del visillo. Los niños no podíamos salir desde que caía el sol, hasta la mañana siguiente en que íbamos al colegio. Y así durante cuarenta días, aunque en realidad se podría decir que todos los días eran así, porque como saben M. es un pueblo maldito.

Por eso nos vinimos a la ciudad, con sus ruidos y sus coches, y sus humos, sus tiendas, sus neones, cafeterías bares y casas de apuestas, cines y todo lo demás. Por eso mamá no nos deja salir tampoco aquí. Al regresar del colegio por la tarde, ya no salimos salvo para ir a misa a la parroquia del barrio. Todos los días. Hacemos todo lo mismo como cuando estábamos en M. A veces me acuerdo y pienso que algo del pueblo nos debimos traer pegado a la ropa, el olor quizás. O alguna parte de ese viento seco, mefítico y amarillo que recorría las calles por la noche. Lo oíamos desde la cama golpear las contraventanas. 

Ahora en la ciudad casi no se oye nada. Si acaso un ruido sordo y continuo de tráfico, alguna sirena. Aquí también está todo muy muerto, quizás maldito, pero de otra manera

18 febrero 2018

Este Jueves: Relato. Convocatoria


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Para bien o para mal, en nuestro mundo occidental vivimos inmersos en la cultura cristiana y el pasado miércoles día 14 (también día de los enamorados) comenzó para los cristianos la Cuaresma con el llamado miércoles de Ceniza. 
Si ponemos Cuaresma en San Google, esto es lo que nos sale: 

"Período de cuarenta y seis días, desde el miércoles de ceniza hasta la víspera del domingo de Resurrección, en el cual algunas iglesias cristianas preceptúan ciertos días de ayuno y penitencia en memoria de los cuarenta que ayunó Jesús en el desierto."

Pues bien, sobre eso va la convocatoria de esta semana, sobre la Cuaresma, historias de Cuaresma, que tengan que ver con la Cuaresma, cuarenta días. Da igual a los efectos jueveros si son cristianos o no, creyentes o no, porque la historia de Cuaresma, se puede contar desde dentro de la cultura cristiana o desde fuera de ella. Vale cualquier aspecto, de la Cuaresma. Les espero a partir del miércoles y hasta el sábado. Que los hados, las musas o los dioses les sean propicios. Pueden utilizar la imagen que prefieran para ilustrar su relato y, por supuesto, no olviden las normas generales

05 enero 2018

Este Jueves: Relato. Un giro inesperado

En la primera convocatoria del año, nos invita Pepe a escribir un relato con giro inesperado. Pues ahí va mi aportación y, desde el diario del bufón mis mejores deseos para este año que comienza...que los hados nos sean favorables.

¿Seguro que es por aquí, papá?

Seguro. Tranquilos, que papá sabe por dónde va.

Pero es que este camino cada vez se aleja más de la playa. Cada vez el mar se ve más lejos y nos estamos asando en el coche.

Sí. Hace mucho calor.

Tranquilos, chicos que ahora tiene que salir por aquí un camino a la derecha que nos llevará derechitos a la playa, ¿veis?

La mirada de mamá que sabía que estábamos perdidos. El camino que salía a la derecha que era un auténtico pedregal. Las ruedas del coche que dejan de tocar el suelo. Los gritos. Las manos que se agarran donde pueden. Muecas petrificadas.


El silencio. Una cigarra que retoma su canto seco de verano.

29 septiembre 2017

Este Jueves, Relato: Música Maestro

Este jueves nos invita Roxana a escribir un relato con "elemento" musical...pues ahí va el mío...


Ave María Purísima

Sin pecado concebida

Dime hijo, ¿cuáles son tus pecados?

Pues verá, padre,

¿Padre López?

Sí. Soy yo. Lo he vuelto a hacer. Y lo peor es que a estas alturas no sé si puedo parar.

El párroco de San Miguel, salió del confesionario e indicó al padre López que lo acompañase. Cogidos del brazo recorrieron la nave central de la iglesia. Sonaba bajito un kyrie y dos beatas bisbiseaban. Se quedaron los dos un buen rato mirando a San Miguel Arcángel, espada en alto y con el mal vencido a sus pies. El viejo párroco le dio su bendición y el padre López, salió de la parroquia confesado y perdonado, como cada miércoles.  
Se arrebujó en el abrigo y salió para casa. Por la mañana temprano tenía un encargo.  
Ese jueves amaneció frío. Se puso el chándal y debajo la camiseta térmica. Apenas había salido el sol, cuando el padre López estaba ya apostado en la terraza con el arma montada. Respiró profundamente y se sopló las manos. Se colocó los auriculares inalámbricos y seleccionó el Requiem de Mozart en el Iphone. La música lo ayudaba a concentrarse y evitaba que oyera el silbido de la bala. La primera vez, se había puesto la versión de Carusso que cantó Pavarotti, pero lo ponía muy triste. Con esa canción lloraba después de cada disparo. Así que no la volvió a utilizar.
El objetivo puso un pie en la acera justo cuando comenzaba el Dies Irae. Un suave toque con el dedo índice y listo. Bajó la cabeza y suspiró. Ya no lloraba. La justicia divina es lo que tiene.
Al bajar a la calle ya se había formado el típico revuelo de siempre en estos casos, pero nadie había visto ni oído nada. Era muy temprano. El padre López, se santiguó al pasar por la acera de enfrente y continuó camino de casa. Terminaba de sonar en sus auriculares, el Confutatis del Requiem. Repitió mentalmente sus versos, mientras preparaba el desayuno antes de comenzar, ahora sí, con otras cosas.