28 octubre 2005

Por los santos

Recorro el mercado tradicional de San Pedro donde los comerciantes por Los Santos muestran todo tipo de manjares y pitanzas. Siento que con los huesos de santo nos endulzan la muerte. Es algo propio de españoles, quizás, cantar (o endulzar en este caso) las cosas que no nos gustan. Hay puestos con arrope, miel recien obtenida de miles de flores, romeros, tomillos; hay huesos de santo y otro tipo de dulces, moscatel, pan de higo... En el puesto del fondo se adivinan algunos dulces navideños, queda mes y medio (menos para ese chafa-temporadas que es el Corte Inglés, que todo lo adelanta). Bajan los fríos del norte por fin y la gente empieza a sacar esas prendas en las que se va calentito. Huele también a castañas asadas.
Me gusta la fecha de los Santos y creo que más por lo tradicional que por lo que en sí significa. Lucho contra el Halloween americano; ¡si nosotros ya celebrábamos esto antes de la existencia de los EE.UU.!.
Tiene algo mágico la palabra camposanto, esos blancos de Galicia frente al mar; esos pequeños y perdidos a las afueras de los pueblos castellanos, sobrios; los barrocos mediterráneos...hace poco circunstancia me obligó a pasar por uno...
Tiene algo mágico esa tradición fantasmal de las ánimas, que salen, hacen sonar cadenas, tablillas de San Lázaro y si alguien se topa con la Santa Compaña y toma un cirio entre sus manos queda para siempre atrapado por ella.
Termina el mes de octubre, que es feo, largo y variable, como un mal caracter o un clima tropical; yo lo quitaría del calendario, no tiene nada. También marzo podría o debería correr la misma suerte. ¡Plof! por arte de birlibirloque desaparecidos del calendario. ¿Imaginan?
En fin, recen los que crean, coman huesos de santo y disfruten los que no y, sobre todo recuerden, que es una de las cosas que hace del hombre algo un poco humano.

26 octubre 2005

Tiempo de mercantilismo III y fin (vidas ajenas II)

En noviembre no lo ví, para todos los Santos ya no estaba.
La cosa había sido rápida, casi fulminante.
Pero, por algún sitio debe haber un pequeño engranaje que nos haga humanos, dignos. Sin nadie que se hiciese cargo de él, el expediente de acogimiento para su posterior ingreso en una residencia de ancianos ante los servicios sociales fue un tramite fácil,. Una solicitud, requisitos acreditados, papeles, gestiones burocráticas… han terminado en el más grandioso y sencillo gesto de felicidad al comer ha mediados de noviembre, un consomé.
Viste de chándal, sigue llevando su pelo fosco y de punta que deja traslucir la piel de la cabeza. Su pie se ha visto reducido a un calzado del cuarenta y sus muletas son de aleación de acero…¡¡ligerísimas!!
Todos los días, antes de comer, dicen que reza, alguna vez lo he visto. Un colega suyo dice que bisbisea, a veces, “dignidad, hombre, dignidad".

Tiempo de mercantilismo II (Vidas ajenas II)

Desde la atalaya que le dan sus muletas de madera, ve pasar filosóficamente el mundo, y el tiempo. Sí, yo creo que debe ser filósofo, tiene su silencio y su quietud.
Súbitamente ha retumbado una moneda en la vasija de plástico que sostiene en la mano. A él apenas le dan limosna, además cuando lo hacen suelen ser monedas de esas sucias, de esas de cobre. Una vez vio unas parecidas, eran chelines, las había traído un amigo suyo que había estado trabajando de camarero en Inglaterra; ¿Qué habrá sido de él? No sabe y, es más, al ratito se le ha olvidado hasta que tiene amigos.
El ruido de la moneda al chocar con el plástico le ha despertado de su ensimismamiento. Agradece la consideración del anónimo apresurado con una ligera inclinación de la cabeza, se lleva la mano un poco más abajo de la garganta y fuerza la mueca hasta que todas sus arrugas simulan el esbozo de una sonrisa. Es siempre el mismo ritual cuando cae ese metálico goteo.
Le he dado un euro.
Cuando ha insinuado la sonrisa, le he visto cara de niño, de pillo, de esos que hacían las trastadas en el pueblo, niños de post-guerra, de pantaloncito corto y calcetín al tobillo, de aquellos que tiraban piedras al río, pescaban en él y de aquellos que probaron un filete por primera vez a los diecinueve años. Niño de pillerías, estraperlo y joven de “me gano la vida con lo que puedo, con lo que va saliendo”. Ha sido camarero, ha recogido limones y ha despachado en una tienducha de ultramarinos. Eso, hasta que le toco hacer la mili, en la marina, en El Ferrol del Caudillo, y partió del pueblo, y ya fue todo un continuo deambular.
Ahora vuelve a dejar sus pensamientos. Lo peor de todo es la soledad entre tanta gente, con tanto tiempo. Lo peor es el tiempo para pensar; en la ancianidad sobra el tiempo, sobra pasado y falta presente. Pensar es un mal vicio.
Otra sonrisa de tierno agradecimiento. Veinte céntimos.
Pelea cada céntimo en silencio, sin carteles, sin estampitas de vírgenes o santos de reclamo, sin marketing, él es su circunstancia…¡¡y las pensiones están aseguradas!!
A veces da la impresión de que es él lo único autentico del acontecer de la calle, lo único real entre tanta fachada de cartón piedra, entre tanta gente preocupada por problemas que, en fondo, si lo piensan, no les importan lo mas mínimo. Es como si dijera “señores, yo estoy aquí, porque España es así”.
Alguna vez me he visto o imaginado en mi vejez pidiendo en la calle. Me ha parecido repugnante. “Antes de llegar a viejo y verme en la calle, me pego un tiro”, dicen algunos muy dignos, pero luego no se atreven.
Lo suyo es toda una vida para ahora verse así. De modo parecido piensan algunas beatas.
Otros pasan a su lado y, sencillamente piensan que alguien habrá explotándolo, “por eso no le doy limosna”.
Quizás son simples excusas, la gente pasa, lo mira y no lo ve. Recuerda durante cinco segundos al laringectomizado de una gran vía.
Conserva su silente dignidad, porque cuando joven, pensaba casarse, tener una casita y, quien sabe si, esa bendición de Dios que son los hijos; tenia más o menos planificada su vida…pero las circunstancias, la libertad, el error y…¡¡bah!! esas cosas, la liebre salta donde uno menos lo espera.
Pedir limosna es también un trabajo, de ocho horas, mal remunerado. Como en lo laboral debería estar prohibido pedir con más de sesenta y cinco años.
Y así pasan los días, los meses hasta que algún día pasemos y el laringectomizado se nos quede dormido frente a la caja de ahorros. Es un Ecce Homo.

Tiempo de mercantilismo I (vidas ajenas II)

Era el tiempo del mercantilismo, el tiempo en el que la economía era dirigida por una no tan invisible mano.
Ya se sabe lo que dicen los comunistas “las grandes corporaciones son las que manejan el cotarro”. Ya se sabe lo que dicen los liberales “estos rojos lanzapalos y tragafuegos antiglobalización viven sin principios, si lo hacemos por su bien…laissez faire, laissez passer”.
Era el tiempo en el que ya habían caído varios onces de septiembre; ya lo dice el refrán “torres mas altas han caído”. Llevábamos ganadas o perdidas varias guerras contra el terrorismo y ya había soldados americanos en las tres cuartas partes de los países del globo.
Era el tiempo, en fin, en el que la libertad era tener un Daewoo Kalos azul y dinero para echarle gasolina.
Pongamos que estamos en una ciudad cualquiera, en una gran vía, no tan grande como para merecer ese nombre. Ajetreo, bullicio, murmullos de gente, cláxones de coche… contaminación, asfalto, grises edificios, gente gris, cara de septiembre…mal mes, vuelta al trabajo, quizás rompes con la pareja.
No hay en esta ciudad una isla de quietud, apenas si hay color. Y eso que es una ciudad luminosa.
Y, entre tanto guirigay, ha aparecido enfrente de la fachada de una caja de ahorros, su triste figura. No está justo delante porque es este un sitio muy disputado por dos pordioseros de esos que el sistema deja arrumbados en sus esquinas. Él no está ya para disputas.
Otras veces, se sienta en unos escalones de entrada a otro gran y marmóreo edificio. O delante del centro comercial. En todo caso es una mácula en las aceras del consumismo.
En estos tres sitios aparece, quizás es un quijote moderno, aunque solo sea porque lucha por sobrevivir, en el fondo un poco como todos, ¿no?
Viste una raída rebeca negra, una camisa sacada de alguna bolsa de ropa vieja parroquial y viejo pantalón de algodón. Sea la época que sea, invierno o verano.
Lleva una zapatilla de andar por casa. El otro pie lo calza un zapato negro ortopédico, antiguo, de cuando no había otra solución terapéutica mejor, ni más barata; está desgastado, hinchado, a punto de estallar, guarda un pie roto, viejo…cuando uno es anciano se le junta todo, todo son achaques.
La gente se apresura a su lado en un frenético quehacer, y mira, se horroriza de ver un agujero que le señala la mitad de la garganta, y olvida. Nadie sabe, fue una operación, de cuando joven, tuvo cáncer, en el centro de la laringe. La verdad es que ni los médicos creían que pudiera superarlo, pero se lo extirparon, no se reprodujo y nada más que dejo un perenne silencio. La verdad es que superado eso, uno se cree casi en disposición de retar a Dios.

25 octubre 2005

Sombras Chinescas (vidas ajenas I)

La pueden situar en la España negra de preguerra, en la China Imperial pre-comunista, en la triste cabaña del misionero en África...En la actualidad, hace un año, hace medio siglo...
En cuanto oyó el primer tableteo de ametralladora y la primera explosión, dejó caer una lágrima por la mejilla; sabía que había acabado su sueño de educador, de farandulista, de creador de sueños. Comienza a recordar las caras sucias de los niños pobres, las tiernas sonrisas desdentadas a las que ahora van a negar su infancia y su pureza. Él únicamente se dedicaba a alegrarles la vida un ratito haciendo juegos malabares, bromas y su gran número, las sombras chinescas. Las hacía en la pared y frente a una luz ténue que le daba un pequeño motor de gasoil que llevaba. Había perros que ladraban como los de verdad, gatos y ahora había llegado a conseguir realizar los más maravillosos animales y asombrosas formas...total quizás, para no poder mostrarlos a nadie nunca más...se habían perdido los niños y la inocencia...metió la cara entre sus manos y esperó a que llegaran...
Puede ser un misionero en África, un profesor de las misiones educativas, un viejo maestro chino, cualquier cosa que quiera, a la espera de un público, infantil e inocente, que le haga recuperar su ilusión...

21 octubre 2005

Viernes, otra vez

Leí por ahí (nenufarismos) algo que decía "Inventario, yo soy toda orquesta" y me gustó la idéa del resumen, del mirar hacia dentro, parar y echar la vista atrás. Pues bien, viernes, resumo la semana. Semanas de peces, en las peceras que tenemos ahora por despachos. Trabajo. Cafés. Velocidad y estruendosos ruidos de los atascos, de la gente, es la vida urbanita que fluye a pesar de todo. Lo de fluir me hace gracia, es un término muy suave, calmo, para lo anguloso de la situación a la que se refiere.
Por cierto que ya tenemos las primeras naranjas y limones; esta semana me he empapado del profundo aroma que desprenden, he colocado unas hojas en un bote de cerámica que tengo sobre mi mesa de estudio. Y también he olfateado las primeras castañeras en la ciudad, aunque aquí no "pegue" por la temperatura que aún hace. Las he encontrado y me he comprado un cartucho lleno y las he disfrutado, calientes y jugetonas entre mis dedos, sabrosas desprendidas de su piel tostada.
Idas y vueltas a mi pecera. Escucho música clásica en la calle, un señor que canta como Tracy Chapman y una exposición de cuadros en una de las plazas paseables de la ciudad. La música clásica me ha hecho emocionarme, me rozó el alma por un segundo con sus suaves dedos blancos.
Gente indiferente con cara de lunes aún que habla por el móvil de temas transcendentales para la humanidad y juegan a que les importan los problemas de los demás.
Me parece que más cambia el mundo con el fluir (esta vez sí) de la música del trío de cuerda que llena los aires otoñales de esta ciudad.

20 octubre 2005

Showtime

Al llegar a su casa lo primero que hizo fue tirar la chaqueta encima de una silla de cualquier manera y se deshizo el nudo de la corbata. Se ha dirigido a la cocina para ver qué va a poder cenar. Abre el frigorífico y no aparece nada a primera vista, creo que las moscas podrían patinar dentro de él. Aún a medio desvestir se ha dirigido de nuevo a la sala de estar y ha encendido la televisión. Acabaron las noticias, las tragedias del mundo, los cotilleos políticos del día. Un corte anuncia un nuevo espacio para esas anodinas horas de la cena, se acabó el aburrimiento...Sale un señor encorbatado a la puerta de lo que parece ser una prisión. Él se ha dirigido a la cocina de nuevo a la caza de algo para cenar. Atisba todo lo necesario para hacer una hamburguesa y, sin dejar de mirar la caja tonta, va colocando cuidadosamente cada elemento en su sitio. Lechuga, tomate...Efectivamente se encuentran en un penal. Es una retransmisión en directo, pero, ¿de qué?. Hay cámaras por los pasillos del establecimiento, hay una sala y hay un sacerdote. Una silla. La incredulidad se apodera poco a poco de su ser. Ha metido la hamburguesa rebosante en el microondas. Mira el tiempo del reloj y aquello se ha puesto a girar. Se trata de una ejecución, en directo. La sociedad, suprema jueza y hacedora de todo, condena a un sujeto por asesinar a una pareja en un coche, herir a un policía y a un taquillero de un cine. Dos fornidos guardias se han encargado de ataviar y llevar a cabo el macabro ritual. Tiembla el reo. Está encapuchado. Justo a su lado van a accionar el mecanismo...tres, dos, uno y.....en ese momento suena la campanilla del microondas...corre veloz a la cocina y cuando vuelve ya aparece de nuevo el sujeto encorbatado en la puerta de la prisión.
Sonrie justiciero, mira su hamburguesa humeante y le da un gran bocado...je,je, como a tí (piensa)

17 octubre 2005

Fachadas

Los árboles de la avenida se han despojado de su verde capa, de sus ramas, de todo aquello que les daba la sávia en el verano y nos daba sombra. Los afanados operarios cortaron y podaban las ramas protectoras. El paisaje ya es invierno. Ya se ve toda la avenida. Se vislumbran las fachadas que, ocultas, discretas, muestran ahora todas sus formas, todo su collage de materiales, el ladrillo rojo, la china amarilla, el monocapa beige....
Las veo en el paseo hacia mi rutina, me parecen desnudas sin el follaje que las cubría delante; me parecen indispuestas masas de materiales, colmenas semihabitables. Lo de vivir unos encima de otros es antinatural, esos bloques imposibles, esa "propiedad horizontal", esos vecinos entre cotillas controladores y anónimos personajes de todas las historias imaginables. Antes nada más que había casas bajas, de dos plantas...
Ya sin sombra, me dispongo a subirme el cuello del abrigo para un invierno de viento y frío, espero.

12 octubre 2005

El abuelo tomate

Paseaba en derredor de la laguna dibujando otoños como llevaba haciendo desde hacía ochenta años, va con su bastón de castaño y su mono sucio azul de trabajo.
Él aún no había nacido cuando llegaron de todos los países, Portugal, Castilla La Vieja y Madrid(dice) para realizar la obra del canal por el que se pudiera bajar la madera para transportarla por el río hasta la capital. La verdad es que hacía falta, porque más abajo el río tiene unos tormos por los que es imposible que pasaran los troncos para abajo.
Llegaron los ingenieros con sus elegantes coches, con sus bonitos trajes y sombreros, con sus señoras. La verdad es que el pueblo creció bastante durante aquella época. Y claro, llegados los señoritos, eran tales las fiestas y las juergas que tenían que tuvieron que establecer en el pueblo un cuartel de la guardia civil, de los de tricornio, capa y máuser.
A él se lo contaba su abuelo, dice que tuvo que ser hace más de noventa años, pues era los que él tenía ahora, y el canal ya estaba hecho cuando nació. A su abuelo en el pueblo lo llamaban el "abuelo tomate", por ser ese el color habitual que dibujaba su cara. Recuerda que lo mandaba a la bodega a comprar media de vino, ni un cuartillo, ni nada por el estilo, ¡media de vino!, él no había comprado nunca eso. Se sacaba el dinero de los calzoncillos largos y se lo entregaba al chaval. Después supo que media de vino se correspondía con un litro. Y se lo bebía casi de un trago.
Su abuelo Zacarías, el "abuelo tomate", fue el que inauguró la saga de “los tomates”, se casó con una chica de la capital, muy rica y marchó allí con ella. Siguieron teniendo la casa en el pueblo pero cada vez vinieron menos hasta que al final la malvendieron hará unos diez años.
Todavía sigue habiendo “tomates” en la capital, primos e hijos de aquel primero que llegó a Cuenca hace casi, casi, ¡uy, ya no sé cuánto!, todos se dedicaban a la madera, todos continuaron siendo ricos, menos él que no era “tomate”, que se quedó en el pueblo y que ahora vivía de la pensión que le daba el estado y de pasear otoños al atardecer, como antes con su abuelo.

07 octubre 2005

Con flores a...

Ahora vienes con rosas a cortejarme. Le veo aparecer como siempre con su macuto colgado al hombro (creo que es nuevo porque ese no se lo he visto nunca, este es rojo y gris el otro...¡opss ya no recuerdo!!). El brazo izquierdo lo llevaba escondido tras la espalda como un niño que ha hecho algo malo y trata de ocultarlo. Al abrir la puerta sonrie, lleva la barba de dos días, pero no le da un aspecto desliñado. No he logrado hablar ni una palabra cuando me ha besado en los labios, dos, tres, cuatro...no calculo las eternidades que pueda durar un beso. Yo también le sonrio. Me ha dado un ramo de rosas.Ha pasado directamente a la habitación a dejar el macuto, ese que ha pasado a formar parte de su vida. Me cuenta que antes tardaba mucho tiempo en hacerlo, en meter la ropa, en saber que iba a ponerse; " pero si eres un tío...". Ahora ya sabe lo que ha de llevar, aunque siempre lleva más ropa que yo. La casa tiene una luz melocotón a esas horas de la mañana. Pasa al sofá. Lo observo aunque a él no termina de gustarle y no lo entiendo porque él sí que me mira constantemente, como un búho. Me ha vuelto a sonreir. Me he acercado a donde está sentado. Me mira y mira la casa. Su actitud es de espera. Hay algo que lee en mi mirada pero no acierta exactamente. Reconozco que las mujeres somos a veces algo intrincadas para el canino pensamiento de un hombre. Este puede ser fiel, leal, juguetón, tierno, pero a veces, mira, hace como que entiende pero no actúa.
Vuela hasta su mejilla un beso, se desgranan muchos más, caen como bombas en puntos estratégicamente señalados. Hay susurros. Me aparto un poco, le vuelvo a mirar. Ha sacado la bandera blanca. Desconocía que tuviera tanto poder. Ha tomado mis brazos, mueve las manos, besa con apasionamiento. Poco a poco van destilándose ricos elixires, del mágico alambique caen gotas de pasión.
Hoy quiero probar el pecado, las frutas maduras que me expulsen del paraíso para llevarme a otros cielos. Extático. Valiente batalla amorosa, dulce rendición la suya.
Hoy vino a quererme con rosas, no sé que me gusta más ser amada o ser amante...me sonrio y miro las rosas que me observan en mi alba desnudez...y sueño, dulce sueño.

05 octubre 2005

A saltos

Me he comprado unas botas de cinco o seis días, para saltar por las semanas como un gigante, cinco días de los que he logrado recordar lo que me gusta, lo que siento y vivo; salto con mis botas las horas grises, las rutinas y las arrugas que fruncen el ceño con cabreos sin sentido. Y así se mueve mi tiempo, que se cubre del verde de las horas libres, del frescor de aguas, vientos y mares, lejanos y cercanos. La semana solo sirve para completar y poder pagar lo que con mi vida quiero hacer el resto del tiempo. De viernes a viernes y tiro porque me toca, de ver a Ana...¡Ufff! Ana y esos lindos ojos azules llenos de oceáno y libertad....a volver a verla.
Por unos instantes he logrado vencer al tiempo, borrarlo, crearlo, modelarlo como barro en mis manos....saltando sobre él, a saltos con mis nuevas botas de gigante.

02 octubre 2005

Y, ¿por qué no?

Esta noche leían juntos un folleto publicitario de electrodomésticos.
- Me hace falta una batidora...
- Pues yo te la compro...
Ha poco tiempo que cambió la luz de 125W a 250W para instalar el viejo televisor en la habitación del niño. La suya era la única de las viviendas sociales que tenía así la instalación. Y ahora...el niño murió hace seis meses de una alferecía. Los médicos no sabían, no supieron jamás, la causa de tales dolores musculares y la falta de movimiento en los miembros.
Están sentados en un banco de piedra en un parquecillo con una fuente horrenda. Ella le sonríe, lo mira y mira esa batidora que tan fino deja el gazpacho y tan bien monta la nata. "Yo te la compro". Él ha dejado a su mujer en casa preparándole la cena. Sale todas las tardes al hogar del pensionista a jugar al dominó (dice) y vuelve pasadas las diez, cuando ha acompañado a Amparo a su casa.
Le gusta su pelo corto y canoso, su amplia sonrisa, sus ardiles...Ha hecho que recupere algo la alegría y la ilusión.
El hombre es desleal, el sexo a los setenta heróico; y el amor así, es la amistad también sin sus alas.
"Posiblemente esta noche en mi portal le dé un beso"

01 octubre 2005

Sensaciones (Inconexiones II)

Recuerdo muchas sensaciones, aromas de cosas, colores, sabores, se mezclan como el azucar y el café en mi cabeza. Me asaltan intempestivamente cuando menos lo espero, vienen y van cuando quieren. Así por ejemplo me gusta pensar que el otoño es canadiense, me recuerda a la hoja que aparece en su bandera; el verano llega cuando puedo saborear y absorver todo el aroma de un melocotón; el verano, el verano es blanco y azul, imagino así toda su luz, toda la luz estival; no recuerdo una lágrima que no haya valido la pena derramar, ni una sonrisa que haya sido inútil en su borboteo; el dulce sabor que tiene el primer beso y como se desgranan muchos más en fresco racimo tras aquel; el suave cosquilleo que da desperezarse....
Aparte. Me gusta mucho el castellano y me llaman la atención muchas de sus palabras: pinchauvas, metesillas, metemuertos...todas las hablas que tiene en España, sus diferentes usos en diferentes zonas del país, por las Castillas, por Aragón, Murcia, Andalucía, etc,...miles y miles de palabras volando, con innumerables significados, diciendo, contando, transmitiendo sensaciones.