22 enero 2016

Este Jueves, relato. Sucedió a bordo de....Le Roi est mort

Esta semana nos invita Pepe a contar alguna historia que haya ocurrido a bordo de...pues ahí va la mía (creo que dentro del tema), que ya era hora y llevaba mucho tiempo sin participar. Por cierto, felices letras y año 2016, que no había dicho nada.


¡Le Roi est mort! ¡Le Roi est mort! Ocho días después aún resonaban en mi cabeza los ecos de la gente gritando aquella frase por las calles de París. Aún era temprano cuando aquel soldado barbilampiño golpeó mi puerta y me indicó que mi presencia era requerida de modo inmediato en la corte. Debía hacer la autopsia al Rey Sol y eviscerar como ordenaba la tradición. La mañana era buena y la marcha fue incluso agradable. Ahora hacíamos el camino contrario de Versalles a Saint-Denis. El cortejo iba lento y la gente salía al paso de los carruajes. En el centro, la gran carroza real totalmente cubierta, portaba el cuerpo vacío del monarca. El silencio era negro como el humo de los hachones que portaba la guardia real. De cuando en cuando el graznido de algún cuervo entrometido rompía la quietud. Detrás, más soldados y el resto de carruajes. En uno iba yo portando todas las entrañas de aquel hombre semidivino. ¡Le roi est mort! Volvía a sonar en mi cabeza, gritado por las gentes. Y justo a mi lado, el cofre de plata y oro en el que portaba corazón y demás órganos. No eran distintos de los demás, ni más grandes, ni más pequeños, ni menos rojos, casi azules ya. ¡Le roi est mort! Y la terrible certeza de esa frase me helaba la sangre. Sí. Está muerto, he aquí su corazón y sus entrañas a bordo de este humano carruaje. Camino de Notre Dame y de San Luís-San Pablo. Le roi est mort, vive le roi, pensaba yo también según nos acercamos a París…