01 mayo 2020

Instrucciones para dormir un elefante

Tengo un elefante en el patio. Come bien y está todo el día entretenido. Pero le cuesta dormirse. Por si vosotros también tenéis ese problema, os voy a contar lo que hacemos en casa para que se quede durmiendo.
Yo empiezo a dormirlo cuando cae el sol. Antes no es posible. Si el sol no ha caído aún del todo o se ve alguna rayita naranja en el cielo o el horizonte (que supongo que él lo verá desde su altura) no hace el más mínimo esfuerzo por dormirse. También creo que nota el momento en que dejan de piar los pájaros, se pone de rodillas y barrita.
Es entonces cuando hay que empezar a acariciarle la trompa. Como ya es de noche, hay que darle hojas de tilo un poco machacadas y comenzar a susurrarle. Le tienes que rascar las orejas por detrás también. Cuando nota que los dedos comienzan a moverse, termina de tumbarse. Hay que sentarse a su lado. Al nuestro le gusta que le contemos historias de otros lugares, pero no de selvas y lejanas sabanas repletas de árboles altos llenos de hojas de los que comer. Le gusta que le contemos historias de ciudades, de por qué se encienden en rojo los semáforos, de qué son las carreteras, las calles, los coches y los edificios. Le hablamos de Nueva York, Moscú, Helnsinky... Nunca hemos estado y la mayoría de las cosas nos las inventamos.
Mientras tanto seguimos rascándole detrás de la oreja, le damos pequeños pellizcos en la piel. Si la historia es buena, lo suficiente como para que no le interese, y el tono de voz el adecuado, comienzas a ver cómo las pestañas le pesan, se le cierran los ojos. Y resopla.
También le interesan mucho las costumbres de los humanos, lo que hacemos, por qué siempre vamos corriendo a todos sitios y vivimos en sitios tan cerrados y oscuros; por qué vivimos de día y también de noche... Pero con estas historias tarda más en dormirse, pone más interés, quiere escucharlas por más tiempo. Pero, entonces, bajando el tono de voz poco a poco, se consigue que el sueño también le venza. Estira la trompa, recoge un poco las patas y se pone a roncar como un bendito.
La enorme contracción de su torax me mueve cada vez más despacio. Noto que se ha quedado profundamente dormido. Despacio, comienzo a separarme de su lado para que no noté que me estoy yendo y de puntillas, me separo de él. Hasta el día siguiente.