28 febrero 2012

Los Patos de Central Park

Ahora, con el borboteo de la cafetera como sintonía de fondo de mi mañana, escucho las noticias que una presentadora muy guapa lee apresuradamente con los ojos fijos mirándome. No me gustan las noticias de la mañana aquí, en España. A las nueve de la mañana aún no ha pasado nada y lo único que reflejan los informativos como los espejos del Callejón del Gato son noticias del día anterior, mascadas, pero envueltas en el papel de regalo nuevo de la mañana; en la era de la información son viejas ya. Además no cuentan con el reposo que tienen las de los periódicos, que también te cuentan las noticias del día anterior, pero con el sosiego que otorga, haberse sentado el redactor en su mesa y en su silla, haber encendido el ordenador y haberla redactado: es una viva voz argumentada. 
Cuando estaba en Nueva York, la rutina era la misma, pero los informativos de las 8 o las 9, tenían una enjundia y un peso del que carecen aquí. Siempre los veía antes de ir a La Institución. Allí, sí pasaban cosas. En España tengo la impresión de que el tiempo pasa más leeento, pasan menos cosas, pero las siento más reales. De todos modos, echándome el café todas las mañanas no puedo evitar pensar, al mirar la hora, que ahora mismo estaría abriendo sus puertas La Institución; o comenzando a entrar gente en Wall Street; o abriendo la biblioteca de la universidad y su bibliotecaria, española, comenzaría a colocar los libros que los estudiantes habían dejado por las mesas de consulta y los sillones de lectura. A esta hora, los patos de Central Park comenzarían a salir para ir buscando gentes que les echen pan para el desayuno. 

08 febrero 2012

Motown Records

Verdaderamente la confesión no tiene la más mínima importancia, la hice en la penúltima edición de los Grammy (esa decadente mezcla de histrionismo y pop sin instrumentos) y el revuelo que se armó fue muy gordo, aunque no era para tanto o para nada. Además, los periodistas, amasadores de realidad, llevaron mis palabras mucho más allá de lo que realmente decían. Cuando dije que Stevie Wonder no tocaba el piano en ninguna de sus actuaciones públicas en televisión, no insinué que no lo tocara nunca, sino que en sus actuaciones en televisión, desde que el mundo es mundo, no tocaba el piano. Pero el resto sí que era en directo. Los demás sí que tocábamos. Él por el contrario, se limitaba a cantar y hacer como que tocaba, pero los teclados no sonaban; o no estaban conectados, los eléctricos; o pedía expresamente que no le pusieran micrófono al piano para que ni una mota de sonido saliera de sus dedos durante la actuación. 
Esto no quiere decir, como en el Daily Post llegué a leer, que fuera un farsante. En el estudio de la Motown Records, lo podías encontrar siempre delante de un piano o un teclado arrancándole quejidos antes de los ensayos y las grabaciones. De una simple nota, era capaz de hilar toda una canción que, si se daba bien, podíamos grabar esa misma mañana. Vaya si tocaba. Además, durante los ensayos, cuando giraba la cabeza era para comprobar que el bajo sonaba perfectamente como él lo imaginaba; que las guitarras gritaban con la coquetería soul de una mujer sureña y que los metales (sobre todo trompetas) olían a New Orleans y sonaban a su bourbon. Todo tenía que ser puro, como en su cabeza. Y como lo pensaba, lo grababa, con la perfección de sonido del batir de las alas de una mariposa, con la perfección del viento entre los pinos o la respiración de un bebé...