27 marzo 2012

Día Internacional del Teatro

Dramatis Personae.

  • Bobé, el pianista del "tudo bem"
  • Pepe, extremeño hemipléjico.
  • Javier, desesperanzado habitual, tomando chocolate a primera hora de la noche. 
  • Un camarero.
  • Un televisor con el sorteo del Euromillón puesto.
Salón-cafetería de la primera planta de un hotel de cinco estrellas. Es la primavera portuguesa. La noche se cierne ya, fresca y fragante sobre la capital del Tajo. Bobé comprueba su boleto antes de marchar a casa y habla con Pepe que apura su whisky antes de subir a su habitación. Gasta silla de ruedas porque cayó mal en la mili en un entrenamiento con los paracas. A pesar de eso sigue tirándose desde el avión. 

Javier espera a que se enfríe un poco el chocolate que toma todos los días desde su extrañamiento en Lisboa y apura un pasteis de Belem que acompaña a la bebida. 
El camarero hace que recoge y limpia, aburrido.
El televisor suena a bolitas con números y a sorteo. 
Fuera parece que truena. La suerte ha vuelto a pasar de largo.

pd. Día mundial del teatro. Día mundial de la vida. Esto lo dedico hoy a Antonio Tabucchi, gran enamorado de Lisboa también y que esta semana se ha convertido en mito.  

08 marzo 2012

8 de Marzo

Llega otro año más el 8 de marzo y explota en violeta la totalidad de la península ibérica. La realidad poliédrica que es la mujer y su mundo, y sus cosas, asaltan los telediarios y los medios. Error. No son "sus" cosas, son las nuestras, las de todos y todas y más allá de las grandilocuencias de los políticos, del humo que se vende en muchos puestos, lo único que veo es que hay mucho, mucho por hacer, ponerse el mandil y a trabajar por la igualdad, algo que quizá solo se logre con una verdadera insumisión femenina. La declaración más inteligente que he oído esta semana, la de  la Comisaria Viviane Reding (algo que llevo yo sosteniendo hace tiempo) no me gustan las cuotas pero funcionan (ha venido a decir). Y me ha parecido la más interesante porque el cambio que pretendemos para las mujeres de todo el mundo ha de partir de nuestra parcela, cuando hayamos arreglado nuestro cómodo apartamento, podremos exportar bienestar y mejoras y democracias. Otro ejemplo que emociona por su valentía. Por desgracia, queda mucho por hacer y mañana será otro día internacional de lo que sea y muchos aparcarán el violeta-esperanza y trabajo hasta el año que viene. Yo no. A trabajar. 

06 marzo 2012

Verde

Mis recuerdos de infancia son verdes. Del mismo color que los muebles y las densas cortinas que cubrían las ventanas que daban a la calle. La habitación tenía una cama vieja que perteneció a la abuela y en la que, según creo, terminó sus días. Allí estuve yo postrado dos años por mis problemas de columna. Al principio de estar e, imaginándome a la abuela en la cama expirando, me sentí unido a ella, pensando que esa cama iba a ser el anticipo cómodo, de latex o viscolástica de un féretro...para los dos. Para mi alivio, al momento de escribir estas palabras, no ha sido así. Recuerdo particularmente las siestas en el invierno cuando el sol comenzaba a entrar por la ventana, en un lapso de una hora, se llegaba a la almohada y se quedaba un ratito calentando el cuerpo y el espíritu. Luego se despedía lenta pero amablemente y seguía su recorrido universal hacia otros lugares. Fuera podía hacer mucho frío que, a la hora de la siesta, entre las 3 y media y las 4 y media, el sol pasaba a visitarme. Desde mi posición de firmes, tumbado, con el corsé atado a la cama y sujeto al techo con unas cuerdas y una polea, antes de que llegara el sol, atisbaba un trozo de cielo, azul las más de las veces, gris, otras, perlado de amatista en los atardeceres. Yo no me podía mover, pero el universo seguía haciéndolo por mí. A través del cuadrado de ventana intuía algo parecido a la vida; oía conversaciones que había en la calle, el ladrido de los perros, otros niños o mis amigos, jugando en la calle...el resto me lo imaginaba....
Siempre he pensado que tenía suerte, porque la habitación de un enfermo no puede ser verde. Blanca sí, a lo sumo con algún tono azul; y sin espacio apenas. En una mesilla, un perenne vaso con agua para tomar las pastillas contra el dolor, un bajoplato y la jarra, de cristal, más o menos moderna, con un trapito para taparla o una tapa de plástico de las de ahora, dependiendo de la época.
En la otra mesilla, los libros, los cuadernos, los deberes, las lecturas obligatorias, que el homeschooling no está admitido legalmente en España, es una especie de cannabis educativo. Y junto a los "aperos" de enseñanza, los otros libros, los de verdad, los que salían por el recuadro azul que era el cielo reflejado en la ventana y me llevaban fuera de la cama, más allá de la casa y de mi defecto-cuerpo. Entonces no había televisión; bueno no había para tener dos televisores en todas las casas. Había en el salón y punto, núcleo familiar desde que la caja tonta se convirtiera en algo así como una prima charlatana: una más de la familia.
Yo mientras tanto arriba, siempre arriba, tabla-cuerda y rigidez; escuchaba las conversaciones y veía a mi madre desvivirse por el hijo postrado en un constante ir y venir de la habitación verde a todas las demás partes del mundo.
Durante esos dos años mi mundo fueron los pasos sibilantes de mi madre, el azul del pequeño rincón de cielo que me había tocado en suerte y el verde, verde siesta, verde convalecencia, verde...