29 junio 2011

6 años y 4 días

Si bien el cumpleaños de este blog era el día 25, no me resisto, cuatro días después, a poner una reseña sobre el aniversario de la bitácora o diario. Y es que, echando la vista atrás, cada año más que pasa, es un año que me hallo más sorprendido de que, en una sociedad y en "esto de internet" que se mueve tan rápido, en el que se tuitea y feisbuquea en segundos y 140 caracteres, aún quede algo de tiempo para ir tejiendo un mar de letras reposadas y, sobre todo, personas como ustedes capaces de parar un rato a ver qué se cuenta por aquí. Tampoco deja de sorprenderme que haya estado aquí todo este tiempo, habida cuenta mi absoluta dispersión mental, pero en fin, los de la generación X somos así.


Se abren tiempos interesantes a todos los niveles, pero no por ello menos duros; lo que depare el futuro, incluído el de este Diario del Último Bufón, nadie lo sabe, pero espero poder estar aquí para observarlo cumpliendo, como mínimo, otra "pequeña condena" de 6 años y 4 días. Mientras tanto disfrutaremos del camino.


Gracias a todos por su inestimable apoyo y paciencia, de verdad, de corazón.

15 junio 2011

Un Micro-r

Íbamos viendo al fondo los Alpes y, delante, las hermosas y verdes campiñas bávaras. En aquel regional de la compañía DB, hacía Salzburgo desde Munich, donde habíamos comenzado nuestra nueva historia. El convoy frena su marcha, y poco a poco toma forma un viejo apeadero, ahora remozado. Un policía conversa y el perro que sujeta ladra a la mole de hierro. A ambos nos da un escalofrío, nos miramos. Por estos mismos raíles, en sentido inverso hace años, miles de judios hicieron, hacinados, el trayecto inverso de un viaje sin retorno en fríos inviernos y no tan hermosas primaveras.

12 junio 2011

Recuperando Tradiciones

El año pasado por razones obvias que muchos de ustedes conocen y que hace una semana cumplió un año, no pudimos asistir Ana y yo a nuestra cita con la cervantofilia. Este año, casi tampoco; pero al fin, el sábado por la tarde, pudimos dar un pequeño y reconfortante paseo por ese universo de letras, páginas y autores que es la Feria del Libro de Madrid. La experiencia cada vez es más gratificante. Compras, las justas, y es que la falta de tiempo hace que tenga muchos libros en la recámara como para ir acumulando más. En primer lugar, uno para el niño "Mi Pijama y yo", que ya le leemos por las noches para que le vaya tomando el gustillo a esto de leer. Y para los mayores, 1Q84 de Murakami (casi el único superventas que compro, el resto los deshecho, salvo lo que ahora diré); El Don de Gentes de Elvira Lindo, que amablemente nos firmó un ejemplar; El Vigilante del Fiordo, de Fernando Aramburu (una apuesta segura); En el País de la Nube Blanca, de Sarah Lark (para regalar) y El Viajero del Siglo de Andrés Neuman, con el que tuve la ocasión de charlar un rato, darle las gracias por "presentarme" a Roberto Bolaño, a través de una referencia de la contraportada de su libro, comentar algo de esta humilde bitácora y Valle Inclán, y pedirle un pequeño consejo sobre una de mis últimas "obsesiones", a saber: los comienzos de las cosas...muy instructivo, le dan a uno hasta ganas de escribir, de escribir mucho...Gracias.

Y el año que viene más, a ser posible...que visitar Madrid, para comer con amigos e ir de libros siempre es buena y provechosa visita.

02 junio 2011

Despido

El piso 12 aún estaba en construcción cuando subimos a verlo por primera vez. Apenas eran unas cuantas fuertes pilastras de hormigón que pretendían parecerse a lo que luego sería una planta de un edificio de oficinas moderno en la parte alta, al otro lado del río, donde este se despide de la urbe para marchar a regar viejos campos de vid y cereal. La memoria del proyecto del edificio decía que iba a ser referente de la zona norte y nuevo símbolo de la ciudad, si obviamos la torre de la catedral vieja, que observaba recelosa a lo lejos todo este corrupto desarrollismo urbanita. Era de un arquitecto famoso, y cada planta era diferente, en sus formas, en sus espacios, en el modo en que se iluminaba o le entraba la luz. "Era un cuerpo vivo" que nos iba a hacer a los trabajadores felices en su interior, muy al estilo feng sui y toda la tradición japonesa; iba a ser nuestra segunda piel, con su perfecto ph de hormigón, acero, cristal y otros materiales de nueva fábrica. A lo de segunda piel no le dí yo un verdadero significado hasta que subimos una segunda vez, y una tercera y una vez más...desde nuestra moderna planta sexta, Departamento de Recursos Humanos, ja, ja, ja...nunca vi departamento más inútil, pero gracias a esa vacuidad laboral, podíamos permitirnos nuestras escapadas, nuestros escarceos. Porque la planta 12, todavía sin construir, significaba poder fumar al aire casi libre y no tener que bajar por ascensores atestados de gente encorbatada; significaba que podíamos sentarnos con los pies colgando a ver la ciudad-hormiga bajo nuestros pies; significaba poder follar, entre polvo, materiales de construcción y siempre con el riesgo a ser pillados o con el deseo de que algún fondón albañil pudiera vernos desde detrás de algún rincón y luego lo contara al resto de la cuadrilla o a su mujer al llegar a casa al final del día: vouyerismo inverso.



El piso 12 iba a albergar la dirección ejecutiva, otro departamento dirigido por un completo inepto, un tal Herrera. Más de una vez imaginé mi despido por aquel pinchauvas, mientras un escalofrío de placer recorría mi espalda, recordando pasadas batallas lúbricas.



La terminación de aquella planta 12 hubiera supuesto enterrar en cemento y diversas formas geométricas, muchos buenos recuerdos, muchos suspiros, jadeos, brisas de ciudad en lo alto, risas, buenas conversaciones. No. No podíamos permitirlo. Y te tocó a tí. Tú último recuerdo sería mi cara, mis suspiros, mi placer y el tuyo, mis manos apoyadas en tu pecho empujándote. Yo cerraría fuerte los ojos y en unos cinco segundos todo habría acabado. Me recompuse la falda, la blusa y los zapatos y bajé al inútil Departamento de Recursos Humanos.



Tu muerte solamente retrasaría unos meses la terminación de la planta 12, los que duró la investigación de tu "suicidio". Lo mío sería con el tiempo un despido disciplinario porque el departamento de recursos humanos ha pasado a ser el más inútil de todos los departamentos y cuando me fue comunicado en el despacho del ejecutivo Herrera, no pude evitar lanzar un gritito, que mi piel se encrespara y morderme levemente el labio inferior.