31 diciembre 2012

¡¡Espíritu Navideño, coño!!

La gente se arremolinaba en la puerta de la oficina tras el cordón policial. Cuchicheos, algún grito de susto y más y más gente que llegaba a ver qué estaba pasando; qué accidente había tenido lugar o qué nuevo pirado había descargado su furia tiroteando a diestro y siniestro. Cuatro ambulancias, dieciséis coches de policía, dos de bomberos y un helicóptero que sobrevolaba las azoteas de los edificios. Esos mismos altos edificios que, a fuerza de no dejar pasar el sol, habían convertido la ciudad en un sitio más gris. Los SWAT llegaron a la escena del crimen y se pertrecharon cogiendo su impedimenta. Tras ello y un estudio de la situación por parte de los mandos competentes, con aire cucarachil, se fueron dispersando entre la multitud y subiendo a diversas atalayas, ventanas, puertas, cubriendo todos los ángulos que, en la matemática y la balística de la situación pudieren existir. 
La gente comenta: un pirado que ha entrado en la sucursal bancaria. Se oye: y va disfrazado de Papá Noel. ¡Claro, para no despertar sospechas! Aunque en esta ciudad ya casi todo el mundo las despierta, porque el carácter de los ciudadanos de M. hace mucho tiempo que se volvió agrio y desconfiado. ¡Ho, ho, ho! Grita a lo lejos otro Papá Noel desde los grandes almacenes de enfrente. Unos cuantos metros de asfalto y parece que hemos dado la vuelta al mundo; nada parece ocurrir al otro lado de la acera. Tras el cordón policial, la vida fluye como siempre y es que la gente ya está un poco harta de noticias...de todo tipo. Los periodistas, en esta época son los nuevos apestados sociales sobre los que se pueden cargar las culpas.
Lo cierto es que las imágenes pixeladas de las pantallas de los televisores muestran el morbo, muestran las caras de expectación de la gente porque pase algo que poder colgar en su muro de facebook. Los ciudadanos de M. más que animales políticos se han convertido en seres que lo único que necesitan es alguien que les escuche lo que sea.
Las imágenes pixeladas de las pantallas de los televisores muestran como, dentro de la oficina, Papá Noel, anda repartiendo regalos entre los empleados, clientes y el agente de seguridad que se encuentran sentados en el suelo. No sabemos, porque no se escucha, aunque se intuye en los gestos y los vaivenes, pero hasta parece que les obliga a cantar algún villancico. Ha levantado a una señora, parece que la obliga a sonreír.
A punta de lo que parece ser una pistola ha obligado a dos empleados a darse un fortísimo abrazo. Se abraza la gente dentro de la sucursal, cantan y sonríen. Vuela el papel de colorines de los regalos que se han intercambiado. El director de la sucursal hasta ha sacado un pequeña botella de whisky que guardaba en algún cajón...son segundos de felicidad eterna para todos los que se encuentran dentro...
Porque los que están fuera no saben qué pensar. Los SWAT andan varios minutos pidiendo autorización para dejar seco al tío ese que se empeña en repartir un poquito de felicidad y a escuchar. El comisario al mando de la operación no sabe qué orden dar, si entrar o que paren de cantar o...
Al cabo de unos minutos, dentro de la sucursal todos andan sentados en un enorme corro. Ríen tranquilos, a alguno se le han subido los colores a la cara. Pero, por los gestos, se denota que la felicidad ha un rato que ha marchado para otro lugar...todos se despiden y abrazan...
En las pantallas pixeladas de los televisores se ve cómo Papá Noel se entrega, sale a la calle, deja su saco rojo de felicidad a un lado e, inmediatamente, dos gigantescos agentes se abalanzan contra él para detenerlo.  No llevaba arma reglamentaria más allá de una de chocolate que luego se comió. En el saco llevaba regalos como corresponde a estas fechas. Ninguno de los presentes en la sucursal, presentó cargos y el fiscal, cuando llegó el momento de acusar dudó entre el tipo penal de detención ilegal con la atenuante de FELICIDAD MENTAL TRANSITORIA, algo muy grave a decir de todos; o el de coacciones con la atenuante de REPARTO DE REGALOS Y SONRISAS.
Yo por mi parte lo condené a 20 meses de trabajos en beneficio de la comunidad, que habría de cumplir en un centro de su elección. Que me expediente el ministro si quiere...
(Desde este blog, Feliz año a todos, prósperrimo 2013)

06 diciembre 2012

La que espera

Se ha apretado el muslo con la mano derecha y se ha descubierto piel de naranja... Bueno, el frío tiene que ser magnífico para esto; pero la próxima vez me traigo o las mallas o los pantalones elásticos imitación de vaquero, que ya no está el tiempo para estas exhibiciones. O también puedo traer una mantita y dejarla en la silla. ¡Hola! Permítanme  presentarme. Yo soy la que espera, aunque en realidad me llamo Juana y soy de Y, un pueblo de aquí al lado. Tengo el pelo moreno aunque como verán me lo tiño de rojo. Tengo los ojos azules y grandes, algo que a mi madre le gustaba muchísimo. Mi trabajo es esperar, para eso tengo esa sillita de cocina venida en el tiempo desde los años setenta. Aunque casi siempre estoy de pie, que hay que mostrar bien el producto que una vende, andando de aquí para allá, en este cuartito de terreno. Antes todo era mucho más fácil. Estábamos en el local, sí, ese de los conejitos en las chimeneas, y dábamos cenas de todo tipo que luego, el que quería compañía se venía con alguna de nosotras a las habitaciones y allí, sumisas, o hacíamos o nos dejábamos hacer, según el caso. Luego una ducha, un buen enjuague y a otra cosa mariposa. Estábamos, por lo menos algo resguardaditas, que si alguno se ponía tonto, venía Gabriel, el segurata cubano que nos cuidaba, como un arcángel a salvarnos. Era gracioso porque teníamos para avisarlo un botón de alerta parecido al que hay en los bancos.
Pero bueno, ya sabe...que con la crisis, ¡dichosa crisis! la gente está más desanimada, ya no venían los empresarios de la zona a cerrar sus acuerdos y a abrir otros campos de negocio entre cubatas y cubanas; hicieron un E.R.E. en Wurth y muchos de sus trabajadores que, durante la semana, entraban y salían a echar un polvo rápido cuando iban de M. a O. repartiendo, dejaron de venir; el dinero de la indemnización y el paro lo necesitaban para mantener a sus familias. Yo a todos les decía, desde mi cómoda postura boca arriba, que todo pasaría, que la crisis esta no puede durar muchos años. Y ahora mírame, he tenido que diversificar y salir a buscar el trabajo, porque el trabajo no llegaba a donde estábamos. 
¡Cuántas veces, habré repetido yo que la vida es un círculo! Ahora lo veo claro. El mío es eterno y se limita a esta rotonda a las afueras del polígono en la que, dando vueltas, soy la que espera.