15 diciembre 2005

Job


El estudio estaba oscuro, desordenado, pensé que nada claro, nada bueno podía salir de allí. La verdad es que siempre me habían dicho que era un poco raro, pero necesitaba el dinero y por eso acepté el trabajo. Era fácil, nada más se trataba de aguantarlo durante unas horas y luego todo habría acabado. Trabajaba rápido, el trazo de su mano era firme, fugaces los movimientos de un lado al otro del lienzo. En contra de lo que yo pensaba, no me dijo que me quedara quieta. Actué con naturalidad, contestaba a las preguntas que me hacía. Hablamos. Incluso me dió un cigarrillo. Lo fumé. Me supo bien. Me gustó. Mientras tanto, él no paraba de pintar, de trazar; intercambiaba los lienzos uno tras otro, los dejaba caer junto a él. Al poco ví que se trataba de bocetos que había estado realizando a lapiz. Me resultó extraño ver en esos papeles mis manos, mis muñecas, mi rostro, en mil actitudes y formas. Y de repente todo acabó, me despidió.
Solo después pude ver mi rostro al paso en algunos cafés y otros sitios del centro, pero me costó reconocerme. Había quedado bien. Me gustó el resultado...los arabescos de mi pelo, el papel pintado de fondo, el placer prohibido que supuso ese cigarrillo en su estudio y las volutas del humo que todo lo envuelve; era pura delectación lo que sentí al verme, pura sensualidad y elegancia en el gesto...
Es una imagen preciosa y evocadora, modernista, sensual y, en el fondo...pura publicidad...en esos pequeños detalles se descubre a un genio...Alfons Mucha.

2 comentarios:

Portarosa dijo...

La estética modernista me parece el "sumun" de la elegancia. Me "subyuga", desde una casa hasta unos pendientes de Lalique.

Un abrazo.

Tana dijo...

Me gustan los edificios modernistas, algunas lámparas... y Mucha. En mi dormitorio tengo un espejo: "El verano"; en una de mis librerías, un libro de Mucha que mi padre me trajo de Praga. Haber sido su modelo... ¡Un sueño! :)