02 junio 2013

Charles de Gaulle

La sala es, en general de un gris indefinido. Tiene grandes ventanales semicirculares cubiertos por unas cortinas de un amarillo macilento que en algún otro momento tuvieron que estar de mejor moda y que dan su vista a la zona de carga y los hangares. Grandes tablones rectangulares con caballetes hacen las veces de mesas. Suficiente. La verdad es que no sabía yo que en el aeropuerto internacional Charles de Gaulle, tuvieran semejante infraestructura, pero tampoco me resultó extraño habida cuenta lo chauvinistas que son los franceses, o lo detallistas que son para estas cosas, según se mire. Lo cierto es que aquí estoy, levantando mi copa, brindando con cava del duty free, junto a catorce o quince personas más, de las que solo conozco a tres o cuatro, novio incluído por la felicidad duradera de la pareja. 
Y es que Mario conoció a Chikako en una de las pocas veces que salió de su Valencia natal para ir a Madrid a un ciclo de conferencias sobre la conjetura de Hodge. Allí la conoció y, allí alteró todo su universo vital. Eso es lo que alcanzó a contarme a mi su mejor amigo, que el resto de detalles, estoy seguro que se los guarda y alguna vez los conoceremos. Él que tenía en Valencia, su pareja de hecho o unión civil estable, con sus dos hijas, sus clases en la facultad y una ausencia total de preocupaciones, repentinamente en el AVE de vuelta a casa tras el simposio, vio que nada de lo que antes era tan real, encajaba; desde ese congreso y Chikako, sus fórmulas vitales no tenían soluciones ciertas, sino que llevaban a otras incógnitas y se elevaban sus dudas exponencialmente. Todo dejó de tener sentido en su vuelta desde lo que pasara en Madrid con esa linda japonesa de piel de porcelana, modos y gustos suaves y una dulzura de emperatriz de la era Heian. Arregló los temas en la universidad con una beca para estudios en el extranjero; me pidió que le arreglase los papeles de modo que no le faltase nada a Lola y sus niñas y...hasta ahora, en esta sala, con un menú del tipo que dan en los aviones, con una tarta que he traído yo de España no sin dificultades y un grupo de amigos de la pareja a los que no les importa viajar para ir de boda, en el tiempo muerto entre dos vuelos intercontinentales porque Chikako, y ahora Mario, viajan mucho de ciclo de conferencias en ciclo de conferencias, intentando resolver incógnitas matemáticas, para otros; que, de momento su ecuación tiene una solución muy clara. 

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