Cruzas apresuradamente la gran vía, desciendes por una calle de rotos adoquines y vas a dar a una plaza con naranjos y una iglesia que el destino ha querido que sea morada, color violeta, nazarena en su restauración o penúltima capa de maquillaje. Un lateral de la iglesia lo ocupa un edificio que no es sino un coletazo de modernismo entre tanta mediocridad. El otro lateral se debate entre sostenerse aún por un par de siglos más o dejarse vencer en su particular calvario con el tiempo las palomas y la polución. Es un callejón estrecho, las moscas ya revolotean intentando cazar su porción de miseria. Alguna vez, algún pobre se come a escondidas un mendrugo de pan o algunas sobras de la casa de comidas que cae justo al lado. “A las ánimas benditas no te pese hacer el bien que dios sabe si mañana serás ánima tu también”. Reza un altarete. Es nuestro particular memento mori. Y es justo en ese punto donde comienzan los olores, se mezclan, juguetean entre ellos y con nuestras pituitarias. Un gato maúlla en la obra que un ayuntamiento tiene parada por haber encontrado ruinas. De la franquicia de la tienda de jabones emanan miles de aromas que cubren el ambiente de toda la calle. Ahora melocotón-maracuyá; ahora aloe vera con té verde; fresa, limón y manzana. Te asomas por la esquina y se ven al fondo las grandes piezas que apetecen ser hasta degustadas. Pero dos pasos más allá está la pequeña tienda de ultramarinos en la que el viejo avaro cobra a precio de oro los despistes de última hora. Tiene muy buen género. Muestra frutas brillantes y carnosas, olorosos tomates en rama, rubicundos albaricoques y melocotones, juguetonas y busconas picotas que desbordan de la caja… sus colores y aromas se pierden dos pasos más adelante junto a la tienda de comidas preparadas, su olor a avecrem, a caldo y postre casero, a prisa y a “recoges tu a los niños de cole o yo…”…pero los pies, ni el tiempo nos dejan parar y dos pasos más adelante, sí, dos, solo dos, un espacio permisivo con el humo, se deja acompañar por un café de vieja máquina, unas veces mejunje turbio, otras petrolífera poción…cafetería de letradas mentes y leguleyos deseos, que trabajo nunca les va a faltar…
30 mayo 2006
24 mayo 2006
Jane Birkin: Home
Ya tengo sintonía para este mes, o para estos días inciertos en los que vivir es un arte, se trata de una cancioncilla, de tono alegre, floral, de las que ponen contento. Es de esas para escuchar, mientras se contempla el paisaje viajando, o para silbar porque se está contento, para hacer un brindis al sol, para enseñar los pies después del frío invierno, para ponerse esa camiseta que otras veces no nos atrevemos, para sonreirnos observando un nuevo lunar en el costado o ver la blanca piel que asoma por entre las mangas que se van difuminando de la camisa.
Es, en fin, la sintonía para ir a verla a ella, imaginar su reacción al abrir la puerta y es la sintonía para decirle todas esas cosas que se cuentan al oído, se susurran dulcemente, erizan la piel y nacieron para serle dichas. Es Home de Jane Birkin.
18 mayo 2006
La primera noche de verano
Hoy es la primera noche de verano, de esas bochornosas y de sueños empapados. Apenas sopla una pequeña brisa. Abro la boca como un pez para intentar cogerla toda. Tengo la frente perlada por el sudor. Fumo asomado a la galería y comienzo a ejercitar mi pequeña alma de voyeur. Me asomo a la vida de la gran avenida, con sus cuatro o seis carriles, o los que sean.
Allá enfrente se desarrollan otras vidas. En las colmenas de enfrente, las ventanas abiertas de par en par dejan entrever las suaves y sinuosas curvas de otras rutinas.
El viejo de aquel tercero que pelea como pez moribundo por un metro cúbico de aire. Aquel estudiante, es adicto al café, casi se huele desde aquí; ahora comienza su jornada de trabajo. Ha dejado junto al flexo el primer gran paquete de folios para los ya cercanos exámenes de junio; llega su todo o nada.
Se ven reflejadas luces de canales televisivos. Una pareja mira la televisión, se besan. Él cena con una bandeja sobre las piernas. Acaba de ver el fútbol. Cuando para el tráfico se entremezclan los sonidos que, guturales, vomitan los televisores.
Es la primera noche de verano, en el sopor del asfalto, cae rendida, poco a poco, la ciudad; perverso nido de escritores, lectores y voyeurs insomnes. En algún sitio ha saltado un gato por los tejados. En alguna parte alguien comete un asesinato también irresuelto como nuestras vidas.
Esta noche fue la primera noche de verano y muchos velamos en la ciudad.
11 mayo 2006
La Cafetería II
Toda la tarde había estado con el comezón que dan las grandes ocasiones. Tenía un peso de hormigón en el estómago. Se prueba varios vestidos: ese sedoso que tanto le gusta a él, el negro corto, los pantalones esos que insinúan su curva en la cintura...se ha probado tres tonos de maquillaje en la cara. Al final se ha puesto cualquier cosa porque de otro modo no iba a llegar.
Al llegar a la cafetería, lo vió sentado al fondo, debajo de ese espejo que tantos besos había reflejado y asumido como suyos. Al fondo porque había más intimidad. Él le sonrió desde aquella atalaya; se iba a levantar para recibirla pero ella lo impidió con un pequeño gesto.
Inusualmente él llevaba unos vaqueros, ni para eso se ponían ya de acuerdo.
- Esto que tengo que decirte, me cuesta más a mi que a ti. Y me va a doler mucho, pero...- el labio inferior temblaba un poco y se cogía las manos, las apretujaba, sudaban un poco las palmas.- te tengo que dejar. Te quiero mucho pero...no podemos seguir juntos, lo nuestro no se dónde va, no me veo contigo, ni creo que seas el hombre de mi vida.
- Pero...- la sonrisa se había borrado, las pupilas vidriosas.- si estamos tan bien, yo te necesito....yo...
-No lo hagas más dificil.- tuvo que soltar toda la retahíla seguida para no llorar.- Lo siento de verdad.
Suena un beso sonoro en la mejilla, de esos de amistad eterna y eunuca. Con taconeo firme se aleja de la mesa para salir de la cafetería.
No había traición, ni nada por el estilo, no había secretos...ninguno, ¿será posible vivir con un hombre que no guarde ni un secreto, algo recóndito y emocionante que pueda ser descubierto con los años?. ¿Había una vida en común futura, gris, anodina...con niños, monovolúmen para viajar?... o nada de nada con lo que emocionarse en mucho tiempo...
Quizás sea esa la razón, o quizás no...
Al mirar atrás vió el gesto de no saber que aún tenía en la cara...quizá no sea cosa de hombres el comprender.
07 mayo 2006
Riding (Camino del Sur)
- Ya ha llegado el viento.- dijo el empleado de la gasolinera mientras embocaba la manguera en el depósito del coche.
- Sí.- Había oido la voz, pero no supe de dónde venía hasta que no me di la vuelta. Un señor en silla de ruedas, ocupaba la mitad en uno de los carriles de la gasolinera y vendía sus cupones.
- Poca tarde queda ya. Detrás vienen las nubes y ya se sabe.
Yo había notado un ligero silbido debajo de la puerta por la mañana pero no le había concedido la menor importancia. Pero el viento, rápido y casi imperceptiblemente se ha apoderado de las calles y esquinas del pueblo. Y cuando lleno el depósito ya ha llegado al siguiente pueblo. Es frío y promete lluvia para el camino. Luego no la hay, soy más rápido.
Vuelvo a montar en la calma templada de mi coche y huyo, esta vez casi apresuradamente. Otra vez en fuga, a mi pesar.
Tras la noche paseando en el Madrid de los Austrias y Los Borbones, de vinos por las cavas; tras la vista rectilínea de Aranjuez desde la carretera, voy camino del sur.
Hay un pequeño tramo de nacional en el que vislumbro lo que luego será casi todo el camino. Un tren, corto me adelanta en paralelo. Hay naves y se pierden a la vista los campos. El asfalto es gris, casi blanco, casi como en el invierno de sal y hielo que hemos dejado atrás. El vehículo va dejando atras las líneas continuas y discontinuas marcadas en la carretera.
Ahí está la autovía, larga en el mapa, sube y baja, discurre paralela a miles de vidas en los pueblos que vamos pasando: Motilla del Palancar, La Almarcha, Alarcón, Honrubia, La Gineta, etc...
Entretanto oteo los campos, los campos, ¡están preciosos! Son inmensos en la Mancha, ¿cuánto abarca la vista?. En ellos se crece ya el trigo y la cebada, es mecido suavemente por el viento que lo roza con la punta de sus dedos en suaves olas, tremendo mar verde. Puestas por la paleta de un pintor, manchas rojas de amapola, motas amarillas de florecillas, salpican este paisaje. Corta de tanto en tanto el verde, la tierra, de marrón y de rojo, de rojo-marrón.
Mientras corre el cuentakilómetros. Corre todo hacia su destino. Cambia el paisaje, ahora es árido, seco. Las casitas aisladas, los pueblos arrojados en medio de la nada y agrupados ahora son extensos, hay más naves y se ven construcciones por todos sitios, es pura continuidad, casi no hay paisaje...
Pensando, pensando, camino del sur voy y camino del sur llego, donde se me espera hoy, igual que otras veces se me espera camino del norte...
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