Ya no sé la de tiempo que llevo sin participar en los jueves, pero alguna vez tenía que ser y, esta semana que he tenido un poco más de tiempo, he decidido lanzarme y comenzar este 2020 bloguero. Y lo hago participando en el reto que propone La Bitácora de Mar. Ahí vamos.
Esta mañana he visto que había llovido
cuando he ido a coger el gabán. Había llovido mucho. He metido la mano con
preocupación en el bolsillo derecho y no he tocado nada. Únicamente humedad. En
seguida he pensado lo peor: la lluvia se lo ha llevado todo por delante. Pero
no. He tocado el bolsillo izquierdo y he notado las puntitas de las antenas de
los edificios. He tocado las dos torres más altas de la ciudad y la de la
antena de televisión que se inauguró para los juegos olímpicos. He mirado y he
visto el bullicio de todos los días, los coches, la gente que se apresura a
llevar a los niños al colegio, los panaderos repartiendo su felicidad en forma
de barras o panes gallegos. Todo. Todo había sido trasladado en previsión de
las inundaciones. Incluso el centro social y la residencia de ancianos, con lo
que cuesta eso y lo desubicados que se encuentran los pobres cuando los sacas
de la comodidad de su sillón o su salón. Todo parecía estar en su sitio. Comienza
un nuevo día y respiro aliviado.