27 septiembre 2006

Una pequeña revolución

Don José llegaba todos los jueves por la tarde, se calaba sus quevedos negros como su sotana y pedía lo de siempre, la lista de las nuevas adquisiciones. Las revisaba una a una y pedía escuchar un fragmento de la pieza, como gustaba de llamarlas. Póngame solo las españolas que las otras ni se lo que dicen ni quiero saberlo, decía. Estaba prohibida la palabra "beso", "el roce de tu piel", "la pasión entre los dos", y todas las que hablablan o insinuaban "guarrerías".
Las cosas se hacen porque se tienen que hacer. Al menos a él siempre le pareció que debía ser así. De tal manera que cuando aparecían por su despacho aquellos vendedores con aquellas grandes maletas, no dudó ni por un momento, compraba los discos de grupos ingleses que portaban en sus catálogos. El primero que compró fue un sencillo a 45 r.p.m. de The Equals, otro de Aquarius y algunos vinilos de Los Troggs.
Así fue como en aquella pequeña ciudad de provincias comenzaron a oirse al través de los aparatos de radio otros idiomas que no eran el coplero castellano, otras notas y otras sensaciones que no eran las de siempre.

1 comentario:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Tus escritos poseen el mágico poder de estimular mi imaginación, tanto con lo que escribes como con lo que sugieres. He visto las chillonas portadas de los discos de vinilo y el tacto apergaminado de la chaqueta de D. José.
Gracias.