En las noches de feria y, cuando los niños se supone que debíamos andar acostados hacía dos horas, pasaba una pareja de la guardia civil para indicar a los vecinos la necesidad de cerrar las puertas y cercados para evitar cualquier incidente. Además nos decían que apagáramos todas las luces y candelas que pudieramos tener en la casa a eso de las doce. Así se hacía al oir los tonos de la campana de la catedral.
De ese modo, quedaba la casa en completo silencio y completamente a oscuras. A lo lejos comenzaban a oirse gritos y silbidos; estos iban creciendo a medida que se acercaban por el camino. El ruido iba aumentando, sonido de pezuñas, el vareo de los gañanes en el suelo, de cuando en cuando, un bramido que rompía la noche y me helaba el corazón. Apenas si duraba un par de minutos el paso de los toros por delante de la casa, pero allí estaba yo en el piso de arriba asomado al ventanuco de la habitación para ver el traslado. Pasaban las reses y, al final del camino, enfilaban una vereda camino de la ciudad y de la plaza. Tras ello, volvía yo a mi camastro con el miedo a que en toda esa oscuridad y, junto al cruceiro del final del carril, hubiera algún zaíno animal esperando no se qué mágica coyunda.
5 comentarios:
Que bueno el relato, qué bien escrito. Todos nos identificamos con ese niño, al menos servidor sabe mucho de esos terrores infantiles pues era de esos críos que al ver los gigantes y cabezudos salía corriendo a resguardarme donde cupiera.
Saludos.
Retazos del pasado descritos de tal forma que saltan al presente mas actua.
" siempre hay zahinos animales esperando su coyunda"
Somos así, nos gusta pasar miedo. Mirar pero sin mirar. Ya se han ido, pero están.
Miramos a la infancia, y os damos cuenta que seguimos con comportamientos parecidos.
Yo también miraba lo que no debía, y luego a pasar miedo.
Saludos.
Yo sigo haciendo lo de pasar miedo a posta... Es un subidón de adrenalina incomparable a cualquier droga, y mucho más sano.
La noche, con sus sombras, multiplica los miedos. La Luz, que que digiere las tinieblas, pone paz.
Un fortísimo abrazo.
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